11 sept 2018

Organización sociopolítica ideal


¿CUÁL ES LA ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA IDEAL PARA EL HOMBRE?
Organización Sociopolítica

El poder y sus abusos

"Decenas de millones de hombres han muerto en este siglo por obra del fanatismo destructor, y a la postre suicida de quienes opusieron la obstinación del utopismo inverso y retrógrado a los anhelos de armonía, progreso y solidaridad. Con distintos signos ideológicos pero coincidiendo en el absolutismo doctrinario y en la práctica autoritaria, esos movimientos reaccionarios buscaron siempre un enemigo arquetípico de clase o raza, un chivo expiatorio sobre el que descargar culpas y transferir ansiedades.
El alejamiento del holocausto nuclear como perspectiva amenazadora para todos los pueblos del mundo no puede ser sustituido por el resurgimiento de los odios raciales como encubrimiento de problemas y como instrumento de poder. El afianzamiento de la distensión internacional y el progreso de cada nación exigen aventar rápidamente los espectros abominables de un pasado de horro!';
Los problemas sociales, que comprenden principalmente la desocupación y la migración de mano de obra, y los problemas nacionales, que derivan del sometimiento o de la negación que se hizo en el pasado de legítimos aspiraciones a la identidad y a la libertad, no deben ser caldo de cultivo para esos nuevos fanatismos. En esta tarea compete el papel fundamental a las fuerzas espirituales, políticas y económicas, que tienen sobre sus espaldas la responsabilidad de haber construido la Europa presente, la que busca nuevos horizontes de convivencia y prosperidad. "
("Clarín", 17 de mayo de 1990, pág. 10)

A continuación propongo la lectura cuatro respuestas a este Interrogante: (seguir enlace)

Organización sociopolítica según Platón


Platón, nació en Atenas en 428/27    a.C., de una de las familias aristocráticas más antiguas de esa ciudad-Estado.  A los 18 años entró en el círculo de Sócrates quien, ejerció sobre él una perdurable influencia.  Platón habría de dedicarse en forma intensiva a la Filosofía y convertiría  a  su maestro  en  el interlocutor  principal  de  casi todos  sus diálogos.  Después  de la muerte  de Sócrates,  viajó por  más de diez años  por Egipto,  Magna  Grecia,  Cirene  y Sicilia. Allí conoció  a  Dionisio, tirano  de Siracusa,  y procuró  convencerlo  de que  aplicara  en  ese  Estado  sus ideales ético-políticos.
Para   poder  entender   el  modelo  de  Estado  platónico   es  preciso  primero   ver los lineamientos  básicos  de  su concepción   metafísica:  la Teoría  de  las Ideas.

Teoría de las Ideas


Platón  supone  que,  además  del mundo  que  nosotros  conocemos   a través  de los sentidos, al que llama mundo  sensible, existe otro  -al  que solo se puede  acceder  por  la inteligencia  o  la razón-   el mundo  inteligible. En este  habitan,  por  así decirlo,  las Ideas, modelos  o  arquetipos  perfectos  de todo  cuanto  existe en  el mundo  sensible. Así, por ejemplo,  nosotros  podemos   percibir  árboles,  casas,  animales,  seres  humanos;  todos ellos son  individuos con  características  que  los distinguen:  este  árbol es  el aromo  que está  en el jardín del frente  de mi casa,  ese  perro  es Peggy,  ovejero alemán  hembra  de diez años  que  me  pertenece,   etc.;  pero  tanto  el aromo como    Peggy  son  solo  copias imperfectas  del Árbol o el Perro  que  están  en  el mundo  de las Ideas. A diferencia del árbol que crece y más tarde  perderá  lozanía, o de Peggy que va envejeciendo,  las Ideas de Árbol y de Perro  no  cambian  ni se deterioran;  son  inmutables  y eternas.    Además, las Ideas están  jerarquizadas  -unas  tienen  un grado  mayor  de  perfección  que  otras-  y la  más  elevada  de  todas  es  la  Idea  de  Bien.  Pero  podríamos   preguntamos:   Si  esas Ideas -que  debemos  diferenciar  de  las ideas,  pensamientos   que  nosotros  tenemos  de las cosas  al captarlas-   están  en  otro  mundo,  por  más  que  sean  reales  -y  lo son  para Platón  sin ninguna  duda-  ¿cómo  las conocemos?
El filósofo responde  que el alma humana,  antes  de nacer  en el mundo  sensible está en el mundo  de las Ideas y las contempla;  al encarnarse,   esto  es, al unirse al cuerpo,  olvida lo aprendido,  pero  puede  recordarlo  lenta y gradualmente  con  una  enseñanza  adecuada. Y ya que hicimos referencia al alma humana,  y puesto que este es otro tema  importante  de la metafísica platónica, aclaremos cuál es su naturaleza. Para Platón el hombre  es un  compuesto  de cuerpo  y alma pero  la importancia  de cada uno  de esos  componentes  es distinta. El alma está  confinada  en  el cuerpo  que constituye para  ella una pesada  carga  por  sus limitaciones de todo  tipo,  comenzando  por  las necesidades  físicas,  las dolencias orgánicas,  la muerte,  etc.  Ella, en cambio,  es inmaterial e  inmortal y consta de tres partes  o facultades: la racional, la más elevada, que se muestra en el pensar  puro  y en  el contemplar  suprasensible;  la irascible, a la que  pertenecen  los afectos nobles como el valor, la esperanza,  la ira, y la concupiscible que se relaciona con la conservación de la vida y de la especie,  incluyéndose en ella los aspectos  que hoy llamaríamos  instintos vitales: hambre,  sed,  sueño,  sexo,  etc.
Esta concepción  del hombre,  y de la realidad a la que él pertenece,   que Platón  propone,  permite  explicar, por  ejemplo,  cómo  podemos   formar  conceptos   universales  de las cosas  cuando  solo conocemos  entes  individuales y de ella derivan una  teoría  acerca  de  la educación,  una  respuesta  a los interrogantes éticos  fundamentales  y una  teoría  del Estado,  que  es la que  nos  interesa  aquí en  tanto  constituye  la propuesta   de  organización  sociopolítica más  deseable  para  el hombre,  según  la  perspectiva   platónica.
¿Cuáles son los fundamentos  de ese Estado? En principio, toda  organización  social tiene que responder  a la satisfacción de necesidades  humanas,  primero  materiales  y después  intelectuales y morales.  Esto lleva a la especialización del trabajo;  de ahí que  sea el primer  principio del Estado que cada tarea,  para  ser convenientemente   realizada deba  ser ocupación  exclusiva del que  la realiza, esto  es,  debe  haber  una  estricta  división del trabajo.
Pero  en  esta  sociedad  ideal  no  está  excluida  la posibilidad  de  la guerra,  ya  sea  hacia otros  Estados  por  una  necesidad  de expansión,   ya sea  dentro  del mismo  Estado, para  imponer  el orden  interno  si hubiera  surgido  el desorden.   Esto  lleva a  la necesidad de  tener  guerreros,   guardianes  del Estado.  Como  esta  tarea  es  muy difícil, debe  educárselos  adecuadamente   desde  pequeños.   Al referirse  a  este  tema  Platón  expone  su concepción   acerca  de  la educación.
Además   de  gimnasia  y  música  debe  enseñárseles   el  verdadero   concepto   de  Dios, que  es  autor  del bien,  inmutable  y perfecto,   desterrándose   todos  los relatos  mitológicos  que  incurren  en  un  grosero   ántropomorfismo.    Es preciso  también  inspirarles valor  y para  ello se  les presentarán   modelos  de  héroes  leales,  valientes  y desinteresados.  Estos aprendizajes  serán  acompañados   de un régimen  de vida que elimine todos  los excesos,  por  ejemplo,  en  la comida  y en  la bebida.  En  síntesis,  deberá  haber  un equilibrio entre  un modo  de vida saludable y sobrio,  la enseñanza   de una  gimnasia  enérgica,   pero   que  no  lleve  al  agotamiento,    y  una  música  que  despierte   el amor  por  lo bello, pero  sin caer  en  un  refinamiento   excesivo.
Más adelante  habrán  de  incluirse otras  disciplinas,  como  la Matemática  -primero   la Aritmética  y después  la Geometría-   para  enseñar   a los jóvenes  a  elevarse  del mundo sensible al de las formas puras; la Astronomía y la Filosofía, por  la que accederán  al conocimiento   de  las  Ideas y  cultivarán  el amor  a  la verdad.

Sin embargo,  de  esta  educación  quedarán  totalmente   excluidos los que  tengan  alguna  malformación,   ya  que  serán   eliminados   físicamente,   y  parcialmente   excluidos pues  recibirán  una  educación  más  limitada,  los artesanos   y comerciantes.   La  sugerencia  de  eugenesia   correspondía   a  una  práctica   habitual  en  Esparta,   ciudad  que constituyó  un  modelo  para  Platón  en  más  de  un  aspecto.
No  obstante,   y esto  es  sorprendente   para  la época  en  que  vivió Platón,  lejos de  excluir a  las  mujeres  de  la educación,   propone   que,  en  el caso  de  tener  las  condiciones  necesarias,   sean  educadas  igual que  los hombres  y junto  a  estos,  pudiendo  acceder  a  los mismos  cargos  que  ellos.
¿Pero  quiénes  gobernarán   el Estado?  Entre  los guardianes  se  irán  realizando  selecciones  progresivas  de  los que  hayan  revelado  mejores  condiciones  intelectuales  y un mayor  espíritu de sacrificio a lo largo de varios años.  La selección  final se hará  cuando tengan  alrededor  de 35  años y, a partir  de entonces,  realizarán  distintas tareas  durante  períodos  de  paz  y de  guerra  sin dejar  de  ejercitarse  en  la Filosofía. Los gobernantes  deben  ser,  por  lo tanto,  personas   con  experiencia,   capaces  de  mandar  a  los jóvenes,   justos  en  grado  sumo   porque   tienen   el  mayor   grado  de  conocimiento- y además  una  gran  vocación  de servicio al Estado. Y aquí Platón  nos  ha  propuesto  la imagen  del gobernante    ideal  que  no  es otro  que el filósofo,   digno de  ese nombre.
Para  garantizar  que  el Estado  esté  siempre  defendido  y dirigido con  celo, Platón  propone  eliminar todas  las causas  posibles  de discordia  entre  sus guardianes:  no  podrán tener  propiedad   privada,  ni tierras,  ni fortuna,  ni habitación;  vivirán juntos  y recibirán  del  Estado  los  medios  de  subsistencia;  tampoco   podrán   tener  ni  mujeres  ni hijos  que  les sean  exclusivos. A la posible  objeción  de  que  entonces   no  serán  felices, Platón  responde   -siempre   a  través  de  Sócrates,   principal  interlocutor  del  diálogo- que  experimentarán   una  felicidad diferente  y más  elevada  que  la que concibe  la mayoría  de  la gente:  la de  cumplir  con  la máxima  eficacia  los deberes  que  les  corresponden.
Finalmente  la mayor  garantía  de la preservación  del Estado  será  la unidad del mismo.
Para  ello debe  haber  una  legislación no  muy abundante  pero  inmutable,  que  se refiera  sobre  todo  a  las relaciones  de  los individuos con  el Estado; las  relaciones  Civiles, o sea,  la de  los individuos entre  si dependerán   más  que  de  las leyes o  reglamentos,   de la adecuada  formación  moral  de  los ciudadanos.  La  perfección  o  bondad  del Estado residirá a su vez en la práctica  de las cuatro virtudes fundamentales:  1) sabiduría o prudencia,  2) fortaleza,  3) templanza  y  4) justicia
A  continuación   pasa Platón  a analizar  los modelos  de degeneración  tanto  en  el Estado como en el hombre.
1)  La  timocracia:   en la que  la clase gobernante   patriarcal,  otrora  unida,  se presenta ahora desunida; surge en los jóvenes la ambición y el deseo de distinguirse.
2)  La  oligarquía:    deriva  de  la  anterior;   los  ricos  mandan,   desplazando   a  los  pobres.  Hay  una  oposición  entre  virtud y riquezas;  el afán  de riquezas,  o sea  la codicia,  suscita  la violencia  y  a esta recurren  unos  pocos  para  dominar  al resto.
3)  La  democracia:    proviene  de la rebelión  de los que  menos  tienen  contra  los pocos  que  ejercen  el poder.  Es un  gobierno   que,  de  la libertad,  pasa al  libertinaje, al desorden;  no  hay jerarquías  y  cualquiera  accede  a  los cargos  sin  estar preparada  para  ello. El demócrata   típico  establece  una  igualdad entre  sus buenas  y sus malas inclinaciones.
4)  La  tiranía:   surge  como  consecuencia   de  la anarquía  a  la que  llevó la democracia. El conductor o jefe que se destaca de la masa al principio es cauto, pero  luego se torna  despótico  y represivo.  Desde el punto  de vista moral  se vuelve el más miserable  de  los hombres.

Organización sociopolítica según  Hobbes


Para  encontrar   la descripción  de  la organización   socio-política  ideal según  Hobbes, la mejor  fuente  es Leviathan,    obra  que desde  su  título  -el    nombre   de  un  monstruo   bíblico que  todo  lo devora-     anticipa su  concepción   del  Estado  ideal
Los hombres son tan iguales en su mente y su cuerpo, aún más en en el aspecto mental, que aunque los hay más sagaces, elocuentes o más cultos, ello se debe a alguna preparación que hayan podido tener. Pero  de esta igualdad deriva también  el que los hombres  apunten  a los mismos fines y a  la obtención  de  objetos  semejantes.  Cuando  alguno  de  esos  fines o  de  esos  objetos solo puede  ser para  uno  solo (o para  unos  pocos) entrarán  en  pugna  todos  lo que  a él aspiren  y lucharán  para  obtenerlo  o,  si lo han  obtenido,  se prepararán   para  protegerlo de  ataques  presentes  o  futuros. De este  modo,  para  defenderse,  buscarán  en  muchos casos,  anticiparse  a  los otros  dominándolos.  Por  otro  lado,  ningún  hombre  tolera  que no  se lo valore adecuadamente  y para  logrado,  si esto  no  se da en  forma  espontánea, buscará  imponerse  a aquellos que no  lo respeten,  para  que lo hagan.
Así  hallamos en  la naturaleza del  hombre  tres causas principales de  discordia. Primera,  la competencia;  segundo,  la desconfianza;  tercero,  la gloria.
La primera causa impulsa a  los hombres  a atacarse para  lograr un  beneficio;  la segunda,  para  lograr seguridad;  la tercera, para ganar  reputación.  La  primera hace uso de  la violencia para convertirse en dueña  de  las personas,  mujeres,  niños y ganados de otros  hombres;  la segundo,  para defenderlos;  la tercero, recurre a  la fuerza  por  motivos  insignificantes,  como  una palabra, una sonrisa,  una opinión  distinta,  como  cualquier  otro  signo  de  subestimación,  ya  sea  directamente  en sus personas  o de modo  indirecto en su  descendencia,  en sus amigos,  en su profesión  o en su  apellido.
Con todo  ello es manifiesto  que durante  el tiempo  en que  los hombres  viven sin un poder  común que  los atemorice  a  todos,  se hallan en  la condición  o estado que se denomina  guerra; una guerra tal que es la de todos contra  todos.  Porque la guerra no consiste solamente  en  batallar, en el acto de  luchar, sino que se da durante  el  lapso de tiempo  en que  la voluntad  de  luchar se manifiesta  de  modo suficiente.
Pero  la vida del hombre  en este estado  de guerra  o de preparación   para  la guerra  permanente  es "solitaria, pobre,  tosca,  embrutecida  y corta."  Ya que no  puede  asociarse a otros con confianza ni disponer  de la tranquilidad suficiente para  cultivarla tierra, elaborar manufacturas  o comerciar. De allí que se imponga  buscar una  solución.
 

Hobbes  no  propone   el estado  presocial  como  si hubiera  existido  históricamente   en todo  el mundo  sino que se trata  de una  ficción para  ayudar  al análisis aun  cuando  pudiera  darse  en  casos  aislados  como  'entre  los pueblos  salvajes de  muchas  partes  de América."  En  esas  condiciones  los hombres  viven -o vivirían-    solo sujetos a las leyes de la naturaleza.  Pero  ¿qué son  estas  para  Hobbes?

El hombre debe obrar para su propio bien

Las  define  como:
"preceptos   o  reglas  generales,   descubiertas   por  la razón,  por  las que  se  prohíbe al  hombre   hacer  lo que es  destructivo   para  su  vida,  renunciar   a  los  medios  para  conservarla   y  omitir   aquello   que  se  considera   lo  más  conveniente    para  preservarla. "
De  este  modo  las  leyes  naturales  corresponden   a  esos  impulsos  básicos  que  conocemos,  sobre  todo  en  el mundo  animal,  como  instintos  de  supervivencia  del individuo  y  de  conservación   de  la  especie.  A  continuación,   Hobbes  enuncia  algunas  de esas  leyes:
Con la primera, la Ley de autoconservación; en la que todo hombre busca la paz y cuando no lo consigue lo busca incluso a través de la guerra. De esta deriva la segunda Ley: que un hombre puede acceder,  cuando   otros  también   acceden  (para 'la paz  y  la defensa   de  si mismo),  a  renunciar  a  este  derecho  a  todas las cosas  y a   contentarse    con  tener   libertad,  frente   a  los  demás   hombres,   como les sea  concedido   a  estos  con  respecto  a  él  mismo'.  En  el mismo  capítulo, define  el  'derecho  de  naturaleza'  como  la 'libertad  que  cada  hombre  tiene  de  usar su  propio  poder   como  quiera,   y  la  libertad,  simplemente,     como  'la ausencia  de impedimentos    externos'.
Sintetizando:   en  su  estado  natural  el hombre   "es un  lobo  para  el hombre"  (Homo homini   lupus)  pero  una  constante   guerra  de todos  contra  todos  -a  la que se ve naturalmente   inclinado-   llevaría, a  su  destrucción   como  individuo  y  la  razón  muestra que,  para  que  cada  uno  pueda  preservarse   a  sí mismo  así  como  preservar   a  la especie,  debe  poner  un  límite a  sus propios   derechos  y alcanzar  la paz  social.
De  lo  expuesto   anteriormente    deriva  la necesidad  de  un  pacto  o  contrato   entre  la partes  que  no  es  sino  la cesión  de  ciertos  derechos   para  lograr,  en  cambio,  ciertas seguridades.
Debido a  la codicia  y  ambición  natural  de los hombres; es necesario instituir un poder  que  garantice  el cumplimiento  de ese  contrato; de lo contrario  el más  fuerte  y/o  el más  desconfiado  pueden  dejar  de cumplirlo  en  su propio  provecho.

¿Cómo lograr que el hombre cumpla el Contrato?

Otra parte del problema  que se plantea  a continuación  es: ¿Cómo  lograr  que se cumpla  ese  contrato?   Y  entramos   ya  en  la  segunda   parte   de  Leviathan,    que  lleva  como   título Sobre   el  Estado,   que por cuestiones de extensión simplemente las enumeraremos:
·         Conferir todo ese poder y fuerza a un hombre o una asamblea de hombre capaces de reducir sus voluntades a una sola. (Commonwealt, Civitas).
·         Éste es el soberano y los demás, los súbditos.
·         Estado por Institución: es cuando una multitud convienen en conferir el poder de soberano a un hombre o asamblea de hombres.
·         Estado por adquisición: el poder soberano ha sido adquirido por la fuerza, aquí hay un pacto, entre el soberano y los súbditos, no entre súbditos como el anterior.
Enuncia  luego  los derechos  y facultades  del soberano,   así como  algunos  deberes  de los  súbditos:
1.      Los  súbditos   no   pueden   cambiar   la  forma   de   gobierno,   porque   no   pueden romper   los lazos  de fidelidad establecidos  con  el soberano.
2.    El poder soberano   no  puede   ser  revocado,   ya  que  ningún  súbdito  puede,   por decisión  individual, dejar  de  serio.
3.    Ningún hombre  puede,  sin injusticia, protestar   contra  la institución  del soberano declarada  por  la mayoría,  porque  él mismo  se  avino  a  aceptar   la decisión  de  la mayoría.
4.    Los súbditos no  pueden  acusar  de  injusticia al soberano,   porque  le han  transferido el poder de decidir qué es lo justo.                                                                                                      .
5.     Ningún soberano   puede  ser  castigado  por  uno  de sus súbditos,  haga  lo que  haga.

Al soberano,   a  su vez, le corresponde:

6.    Decidir qué es  lo necesario  para  conservar  la paz  interior.
7.     Juzgar qué doctrinas  deben  enseñarse  a sus súbditos y cuáles deben  ser excluidas.
8.    Dictar la legislación  referida  a  las propiedades   de  sus  súbditos.
9.    Fiscalizar la judicatura y decidir  en  las  controversias.
10.        Declarar la guerra y firmar  la paz  con  otros  Estados.
11.  Fijar los impuestos.
12.Tener el monopolio de  las Fuerzas  Armadas.
13.Tener el poder de  conferir  honores.
14.Tener el poder exclusivo de  acuñar  moneda.
15. Tener el poder de  recompensar   y castigar  a  sus  súbditos.


Organización sociopolítica según John Stuart Mill

Los primeros exponentes de la democracia liberal fueron Jeremy Bentham y James Mill, padre de John Stuart y amigo personal de Bentham. Ambos supusieron que el hombre era un consumidor incesante que buscaba aumentar al máximo las satisfacciones o utilidades que le aportaba la sociedad y que esta, a su vez, no era sino una suma de individuos con intereses que entraban en conflicto entre sí, sobre todo, por el poder.
Para esa sociedad se necesitaba un sistema político que protegiera a cada individuo respecto de los otros, pero también que protegiera a los ciudadanos de la posible capacidad del gobierno; de ahí la importancia del derecho al sufragio, mediante voto secreto, de la libertad de prensa, etc. Las leyes, a su vez, debían garantizar la propiedad individual, fuere cual fuere su distribución. Suponían esos economistas que, al ser los hombres diferentes entre sí en lo referente a capacidad y esfuerzo, unos debían tener más que otros y que, de ninguna manera, se debía tender a igualar a los seres humanos sino más bien incentivarlos a la productividad (por ejemplo, a partir de los bienes que ya poseían).
El modelo de democracia que propuso John Stuart Mill se basó en que creía firmemente en que era esencial en el hombre su capacidad para desarrollar y ejercer las facultades que poseía, y que era menos importante, en cambio, su capacidad de consumir y apropiarse de objetos. La sociedad, quizá de hecho y parcialmente, era una suma de individuos ávidos y egoístas pero no lo era en su totalidad y sobre todo, no debía ser así. La buena sociedad era la que permitía al hombre desarrollarse adecuadamente y lo estimulaba a hacerla. En su ética utilitarista, encontraremos que  Mill tenía una gran confianza en la posibilidad de derrotar a los flagelos sociales; y por eso, la función de gobierno, que se cumpliría adecuadamente sería solo mediante un sufragio vastamente extendido. Este gobierno, por una parte, debía proteger a los ciudadanos de la rapacidad de los otros y del Estado mismo, pero además debía colaborar en el desarrollo del ser humano. Puede decirse por eso, como lo hace Macpherson, que el modelo de democracia de J. S. Mill era un modelo moral.
"El argumento en pro de un sistema político democrático es que promueve 'el avance de la comunidad (...) en cuanto a intelecto, virtud, actividad práctica y eficacia' mejor que ningún otro sistema político. Además aprovecha lo mejor posible la calidad de 'valor moral, intelectual y activo ya existente a fin de actuar con el mayor efecto en los negocios públicos'. El valor de un individuo se juzga por la medida en que desarrolla sus capacidades humanas: 'el fin del hombre... es el desarrollo más alto y armonioso de sus facultades hasta alcanzar un todo completo y coherente."

Que rechazó del Capitalismo

John Stuart Mill, no rechazaba el capitalismo en si como sistema económico, pero le parecían inaceptables las consecuencias sociales que tenía a mediados del siglo XIX. Estaba convencido de que se trataba de un sistema perfectible, al que había que analizar a fondo -lo que se propuso hacer en Principios de Economía Política, obra que seguiremos aquí en forma prioritaria-, para compatibilizarlo con una sociedad más humana que la que él conocía.
"No puedo, pues, mirar al estado estacionario del capital y la riqueza con el disgusto que por el mismo manifiestan sin ambages los economistas de la vieja escuela. Me inclino a creer que, en conjunto, sería un adelanto muy considerable sobre nuestra situación actual. Confieso que no me agrada el ideal de vida que defienden aquellos que creen que el estado normal de los seres humanos es una lucha incesante por avanzar, y que el pisotear, empujar, dar codazos y pisarle los talones al que va delante, que son característicos del tipo actual de vida social, constituyen el género de vida más deseable para la especie humana; para mí no son otra cosa que síntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial. Puede que sea una etapa necesaria en el progreso de la civilización, y que tengan aún que soportarla aquellas naciones de Europa que hasta ahora han tenido la fortuna de no sufrirlo. Es un mero accidente del crecimiento, no un signo de decadencia, pues no destruye necesariamente las aspiraciones más elevadas y las virtudes heroicas, como lo ha demostrado América, en su guerra civil, tanto por su conducta como pueblo, como por los numerosos ejemplos individuales, y como es de esperar lo demostraría Inglaterra, si se presentara una ocasión tan dura y estimulante. Pero no es ciertamente una especie de perfección social que los filántropos del porvenir estén muy dispuestos a admitir. Cierto que, mientras que la riqueza represente poder y el objeto de la ambición universal sea hacerse lo más rico posible, está bien que todos tengan abierto el camino para obtenerla, sin favoritismo ni parcialidad. Pero la mejor situación para la naturaleza humano es aquella en la cual, mientras nadie es pobre, nadie desea tampoco ser más rico ni tiene ningún motivo para temer ser rechazado por los esfuerzos de otros que quieren adelantarse. "
(Mili,J. S., Principios de Economía Política, México, Fondo de Cultura Económica, 1978, pág. 641)

Al describir la situación del asalariado, reconocía que iba adquiriendo cada más conciencia de clase:

"Por lo que respecta a los obreros, puede asegurarse, al menos en los países más adelantados de Europa, que no se sujetarán nunca más al sistema de gobierno patriarcal o paternal. Esa es una cuestión que se decidió ya cuando se les enseñó a leer y escribir y tuvieron así acceso a los periódicos y a los folletos políticos; cuando se permitió que escucharan a oradores de distintas ideologías que les predicaban sentimientos y creencias en oposición con los de sus superiores; cuando se los reunió en número considerable bajo un mismo techo para trabajar; cuando los ferrocarriles les permitieron ir de un sitio a otro y cambiar de patrón como quien cambia de camisa; cuando se les estimuló a que tomaran parte en el gobierno, dándoles el voto electoral. Las clases trabajadoras han tomado sus intereses en sus propias manos, y muestran constantemente que creen que los intereses de sus patrones no son idénticos a los suyos, sino opuestos. Algunos de los que pertenecen a las clases más altas se hacen ilusiones de que pueden contrarrestarse esas tendencias por una educación moral y religiosa; pero dejaron pasar ya el tiempo en el que hubiera sido eficaz este remedio. Los principios de la Reforma han llegado hasta las capas más profundos de la sociedad junto con la lectura y la escritura, y los pobres no aceptarán ya durante mucho más tiempo una religión y una moral prescritas por otros."
(Mill,J. S" op. cit., pág. 647)
Tambièn realiza una crìtica a la propiedad privada absoluta, que según èl perjudica a los demás; según Mill, debería haber lugares donde la propiedad privada sea condicionada y propiedades que jamás deberían ser privadas, Todo esto para mantener el fiel de la balanza entre los seres humanos. De por sí alentaba la difusión de riqueza en lugar de la concentración, con la finalidad de moderar la desigualdad.
La propiedad privada, en sí misma, le parecía aceptable en tanto garantizaba a los individuos el fruto de su propio trabajo, pero cuestionaba cuando se trataba del fruto del trabajo y la abstinencia de otros. Aunque nunca llegó a precisar cómo hacerlo.
¿Qué sistema podía contribuir a mejorar la sociedad? Anticipamos ya que J. S. MilI adhería al sistema democrático rechazando cualquier propuesta oligárquica y sus pretensiones, a menudo hipócritas, de benevolencia.

En la medida en que la democracia daba la posibilidad de elegir o de derribar un gobierno mediante el voto, brindaba incentivos para una participación efectiva en la vida política; dicha participación iba desde la búsqueda de información hasta la difusión de ideas y la incorporación directa a agrupaciones políticas. Esto iba a producir una elevación en el nivel intelectual y moral de los ciudadanos. De modo que el sufragio universal era altamente deseable. Pero presentaba una dificultad que J. S. Mill, en su preocupación habitual por el principio de equidad, quería resolver. Dado que la sociedad de su época estaba polarizada en dos clases -y en esto coincidiría con el análisis de Marx- la trabajadora (que incluía a los pequeños comerciantes) y la de los empleadores (que incluía a los rentistas), y la primera era la más numerosa, otorgar un voto por persona implicaría romper el equilibrio y llevaría a una legislación de clase". J. S. Mill admitía que si la legislación de clase hubiera sido llevada a cabo por la de los empleadores, esto hubiera resultado más grave ya que ellos constituían el grupo más poderoso y potencialmente opresor de la clase trabajadora, pero aun así, lo deseable era llegar al punto de equilibrio entre ambos sectores. Para ello propuso que todos los ciudadanos tuvieran un voto -con algunas excepciones, por ejemplo, la de los analfabetos que debían reducirse cada vez más en número por la difusión de la educación- y que algunos tuvieran más de uno.
Su valoración del nivel intelectual y de la educación, acarrea un inconveniente, como lo hace Macpherson: Si los más ilustrados eran los que tenían más peso político, ¿qué garantías había de que los menos ilustrados iban a poder desarrollarse a su vez plenamente y/o sentirse incentivados para ello? El sistema de John Stuart Mill, que quería ser igualitario al máximo, por ejemplo no permitiendo la legislación de clase", resultaba en su posible aplicación, dudosamente igualitario.

A estas críticas Macpherson añade otras dos:

"El fracaso de la solución cooperativa dejó sin resolver la contradicción que advertía Mill entre un sufragio universal e igualitario y la mayor felicidad de la sociedad. No había salida, dada su hipótesis de que la clase obrera utilizaría un derecho de sufragio igual para promulgar una legislación de clase, no coherente con la mayor felicidad cualitativa y a largo plazo de toda la sociedad.
Y subyacente en esa contradicción se hallaba la otra, la contradicción entre las relaciones capitalistas de producción como tales y el ideal democrático de la igualdad de posibilidades de desarrollo de la propia personalidad. Esta fue una contradicción que Mill nunca advirtió plenamente. Casi llegó a verla en sus advertencias sobre la relación existente entre capital y trabajo (especialmente cuando la contrastaba desde el punto de vista moral con la relación cooperativo), pero, como ya hemos advertido, en su análisis de las relaciones capitalistas de mercado como tales justificaba la propiedad privada del capital y el contrato salarial como coherentes en principio con un sistema equitativo."
(Macpherson, C. B., op. cit., pp. 77 Y78)
Pese a sus defectos, la teoría sociopolítica de J. S. Mill, que pone el acento en el hombre como referente de todo sistema económico deseable, que valora en alto grado el perfeccionamiento y la libertad de los seres humanos, influyó sobre teorías posteriores como la de John Dewey y R. M. Maclver. También aportó a la concepción angloamericana de la democracia de comienzos del siglo XX sus elementos más positivos.
Por último, uno de los rasgos que acabamos de señalar en su teoría: su valoración de la libertad. Asegurar a todas las personas completa independencia y libertad de acción, con la única restricción que es la de no perjudicar a los demás.

Karl Marx nació en 1818 en Trier (Treveris), Alemania, de una familia judía. Su padre se convirtió al cristianismo y Karl fue educado como protestante, pero en un ambiente más inclinado hacia las ideas enciclopedistas. Mostró tempranamente su capacidad intelectual y en 1836 ingresó como estudiante en la Universidad de Berlín, en la Facultad de Derecho, que luego abandonó para estudiar Filosofía. Se dedicó al periodismo en una primera etapa y llegó a ser redactor-jefe de un periódico radical de política y economía. Marx marchó a París en 1843 y empezó a escribir algunas de sus obras importantes: La Sagrada Familia, La ideología alemana y La miseria de la Filosofía. Allí también empezó su actuación política -el pasaje de la teoría a la praxis (la acción)- y publicó, junto con Engels, El Manifiesto Comunista. Más tarde se exilió en Londres donde permaneció el resto de su vida, dedicándose en forma ocasional al periodismo para sobrevivir, y concentrando la mayor parte de sus esfuerzos en su militancia política y en la publicación de sus obras más significativas relacionadas con temas económicos: Crítica de la Economía Política y El Capital. Murió en 1883.
En la concepción del hombre seguiremos fundamentalmente La Ideología Alemana.
La condición primordial de toda la historia dice Marx, es la existencia real de seres humanos. Partamos entonces de que para vivir hay que satisfacer ciertas necesidades básicas que el hombre comparte con el animal.
"El hambre es una necesidad natural; por consiguiente, necesita una naturaleza exterior a ella para satisfacerse y encontrar su descanso."
(Marx, K, Manuscritos de 1844, citado por Calvez,J. l., El pensamiento de Carlos Marx, Madrid, Taurus, 1958, pág.338
Pero, a diferencia del animal, el hombre es activo: produce sus medios de subsistencia, alejándose así de la pasividad propia de aquel.
Veamos ahora cuál es la relación entre hombre y naturaleza. Marx la caracteriza como una oposición: el hombre está fuera de la naturaleza en cuanto su cuerpo -inmerso en ella- necesita de algo exterior a sí mismo para satisfacerse, pero, con su accionar, se proyecta sobre la naturaleza que se yergue frente a él, indiferente y pasiva. La oposición se resuelve espontáneamente en forma de destrucción.
"El hombre consume [dice Marx] y al consumir aniquila. Pero no lo hace sin antes haber recogido o asido y haber llevado a la boca."
(Calvez, J. L.,op. cit., pág.346)
Sin embargo, no solo destruye, sino que también aprende a actuar sobre la naturaleza en forma positiva, a elaborar lo obtenido, a mejorarlo; bien pronto sus miembros le son insuficientes para cumplir esa tarea y entonces construye utensilios adaptados cada vez más a una gran variedad de funciones.
En este quehacer el hombre produce sus medios de subsistencia y, a través de, ellos su vida material mismo. En dicha producción se halla supeditado al medio ambiente ya que solo puede elaborar lo que este le ofrece naturalmente (..).
Produciendo sus medios de subsistencia, el hombre realiza el modo de vida que le es propio y que consiste en la actividad."
(Marx K., Y Engels, Ideología Alemana, Buenos Aires, Vida Nueva, 1958, pág. 27)
y la satisfacción de las primeras y más elementales necesidades engendra en él necesidades más complejas que lo llevan a perfeccionar sus herramientas: en esto reside el primer hecho. histórico. Lo que al principio era un mero accionar instintivo apenas diferenciado del animal se va humanizando: el hombre planea, prevé, corrige, mejora; su inteligencia, atención y memoria se plasmarán en lo que produzca. .
"Una araña hace operaciones que se parecen a las del tejedor y la abeja confunde con la estructura de sus celdillas de cera a la habilidad de más de un arquitecto. Pero lo que distingue desde un principio al peor arquitecto de la abeja más experta es que el arquitecto ha construido la celdilla en su cabeza antes de construirla en la colmena. El resultado al que llega el trabajador preexiste idealmente en su imaginación.
(Marx, K., Le Capital, Sociales, 1, pág. 181; citado por Calvez, op. cit., pág. 347)
Tal es la relación hombre-objetos de la naturaleza exterior, pero resulta estrecha para contener el caudal de necesidades del primero; su satisfacción requiere la existencia de otros seres. Y un lazo, el más elemental, se establece entre individuo e individuo, hombre y mujer, merced al instinto sexual; este a su vez trae aparejada la procreación y la aparición, con ella, de nuevos vínculos.
"Merced a su cotidiano afanarse va el hombre conservando su vida. Pero no le basta conservarla: quiere prolongarla en otros seres. Nace así la familia con las relaciones a ella consiguientes: las de marido y mujer, las de padres e hijos."
(Marx, K., Ideología alemana, pág. 345)
Familia, primera célula social, luego es una relación secundaria
La familia, que es la primera célula social pasa a ser luego, según Marx, una relación secundaria, al multiplicarse las necesidades que van generando, a su vez, nuevas relaciones sociales. Los hombres se ven obligados a asociarse frente a los obstáculos que les presenta la naturaleza y son empujados a ello también por su instinto rebañego.
"Acuciado por la imperiosa necesidad de comunicarse y tratar con sus prójimos el hombre crea el lenguaje y, procurando darse a entender, llega a adquirir conciencia de todo lo que se agita confusamente en su espíritu (...) La conciencia es, desde sus comienzos, un producto social"
(Marx, K., op. cit., pág. 48)
Gracias al otro, le es accesible al hombre no solo la naturaleza exterior sino también su propio yo, que se le revela bajo un nuevo aspecto. Así va surgiendo la conciencia social -la única que existe para Marx- que incluye en sí sus relaciones con el medio y con los demás, que es capaz de desarrollo y de progreso a través de la historia. El "espíritu", dice Marx, nace unido a la materia ya que surge con el lenguaje y este es de naturaleza material (se compone de capas de aire en movimiento, signos escritos, etcétera).
A medida que se van afianzando los lazos sociales -ya ubicados en un primer plano en la vida del hombre- se va perfilando un fenómeno que el progreso irá agigantando: la división del trabajo.
"Este, originariamente, se reduce a las diferentes tareas que en el acto sexual corresponden al hombre y a la mujer; es luego el reparto de menesteres que deriva de la naturaleza de los cosas mismas, debido a la diversidad de aptitudes de los individuos (por ejemplo, en cuanto a fuerza corporal); a las necesidades que se suscitan, etc. Pero con lo que alcanza pleno vigor la división del trabajo es con .la separación del trabajo intelectual y material. /1
(Marx, K., op. cit., pág. 50)
¿Qué consecuencias trae la división del trabajo?
1.      La primera, y la más grave, la distribución desigual del trabajo y sus productos.
2.    La segunda, muy relacionada con la anterior, la aparición de la propiedad privada que Marx define como "la forma económica opuesta al trabajo que nace de la acumulación de los frutos de este último" (op. cit., pág. 129).
3.    La tercera, la formación de clases sociales. Estas son, en un principio, agrupaciones de individuos que, al tener actividades similares, tienen un nivel de vida también parecido e intereses comunes; gradualmente esta unión de ciertos individuos, con exclusión de otros, se va tornando consciente: los integrantes de cada grupo se fijan objetivos comunes y luchan para su logro; adquieren así lo que Marx llama "conciencia de clase".
4.    La cuarta, la emergencia del fenómeno de "alienación" o de "enajenación" por el cual el ser humano se siente ajeno al producto de su trabajo -porque deja de pertenecerle y/o porque, simplemente, ya no lo reconoce como suyo-. Pensemos al respecto en las grandes fábricas donde cada obrero solo tiene que manipular piezas menores -y siempre las mismas- de los objetos que allí se elaboran.
El trabajo que, en sus orígenes, era lo que había constituido la condición misma de la humanización -ya que había permitido al hombre diferenciarse nítidamente del animal- se convierte en un yugo que gravita sobre él, impidiéndole obrar libremente.
"En efecto, bajo el régimen de la división del trabajo, cada cual tiene acotado un repertorio de actividades fijo y exclusivo, que se le impone a la fuerza y del cual le está prohibido salir. Es cazador, o pescador o 'critícalotodo' [filósofo] y ha de seguir siéndolo, so pena de perder sus medios de vida."
(Marx, K., op. cit., pág. 53)
En una sociedad en la que la división del trabajo genera enfrentamientos entre grupos se hace necesaria una instancia, de carácter independiente, en la que se delegue poder y que asuma la defensa de un abstracto interés universal; esa instancia' es el Estado que, según Marx, es una forma ilusoria de comunidad ya que, por un lado, se-apoya sobre vínculos reales: la sangre, el idioma, etc. pero por otra, permanece ajena por igual a los intereses individuales y a los colectivos. ¿A quién representa realmente, entonces, el Estado? Marx sostiene que solo a la clase dominante, que a su vez varia históricamente. Todas las luchas no son sino luchas de clases; las pretensiones patrióticas, religiosas, etc. de las distintas guerras solo son máscaras que' esconden la infraestructura real, que es siempre económica. La evolución histórica va determinando que una clase prevalezca sobre las demás: la aristocracia sobre la incipiente burguesía industrial y comercial en el Medioevo, la burguesía sobre el proletariado a partir de la Revolución francesa, etc.
Concepción marxista de la sociedad y del Estado.
y aquí hemos llegado a la concepción marxista de la sociedad y del Estado. Veremos cómo caracteriza a las sociedades (y los correspondientes) estados europeos que él conoció en la segunda mitad del siglo XIX y cómo delinea la sociedad y el Estado ideales del futuro. Pero antes, sinteticemos con las palabras del autor lo visto hasta ahora:
"La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación-por una parte, como una relación natural, y por otra como una relación social-; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez una fuerza productiva'; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la 'historia de la humanidad' debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la industria y del intercambio.11
(Marx,K., op. cit., pp. 46 Y47
"Tres fenómenos socio-económicos dominan el período que va desde 1815 a 1871 en Europa]: 1. un movimiento general de transformación de la vida económica, 2. una miseria obrera cuyo recuerdo aún encoge el corazón y 3. una formidable acumulación de capitales que anuncia la consolidación de la nueva era". Así caracteriza Jean Ives Calvez (op. cit., pág. 215) las condiciones socio-económicas contemporáneas de Marx sobre las que este ejercerá su crítica. Si recordamos ahora las características de la Revolución Industrial, podremos ampliar algo más lo referente a los fenómenos citados antes: 1)esa transformación se produce por la evolución experimentada por la ciencia y sobre todo por su consecuencia inmediata, la tecnificación creciente; 2) el trabajo del asalariado se cumplen en jornadas de doce horas de trabajo extenuante y, a menudo, con pocas condiciones de seguridad y 3) las empresas privadas, lanzadas a una competencia encarnizada, realizan grandes inversiones que no tienen control estatal alguno (etapa del Segundo Imperio; ver cuadro histórico, pp. 20-23).
Marx sostiene que en ese ámbito social todos están alienados. El trabajador lo está en primer término: debe vender en el mercado su fuerza de trabajo y recibir por ella apenas lo que necesita para producir sus medios de subsistencia y, además, pierde los frutos de su trabajo; el capitalista también está alienado porque pierde contacto con el acto de producir, que es el que humaniza al hombre; compra en el mercado la fuerza de trabajo del obrero, la consume y obtiene a partir de ella una plusvalía (diferencia entre lo que se le paga al obrero para que subsista y el valor real de lo producido); la plusvalía a su vez pasa a incrementar el capital inicial, permitiéndole comprar más fuerza de trabajo ajena e incorporar así una nueva plusvalía.
Esta situación, además de generar alienación, va produciendo una distribución cada vez más desigual de la riqueza. El capital inicial se va incrementando gracias a la plusvalía, y lo hace a costa de la pauperización (empobrecimiento) creciente de los obreros, que son empujados cada vez más a subsistir con menos. Por otra parte, los capitalistas intentan aumentar su producción indefinidamente y, al no tener en cuenta las necesidades de los consumidores, provocan crisis periódicas de superproducción. En forma simultánea, el proletariado aumenta numéricamente porque van pasando a sus filas los pequeños capitalistas desplazados por la progresiva concentración y centralización de capitales; se va incrementando, entonces, la mano de obra desocupada.
Marx consideró a las tendencias que acabamos de señalar como leyes económicas propias del sistema capitalista. Dejaremos su análisis y discusión, que aún hoy continúa, a los especialistas. Lo que nos interesa aquí es que, para el filósofo, esas tendencias producían un progresivo debilitamiento del capitalismo y apuntaban a su destrucción. Para acelerar ese proceso era necesaria la acción revolucionaria protagonizada por el proletariado: su tarea era sustituir la sociedad alienada, dividida en clases, del presente, por la sociedad libre, sin división de clases, del futuro.
¿Cómo imaginaba Marx esa sociedad del futuro?
"Representémonos una reunión de hombres libres que trabajen con medios de producción comunes y que gasten, con arreglo a un plan concertado, sus numerosas fuerzas individuales como una única y misma fuerza de trabajo social. Todo lo que hemos dicho acerca del trabajo de Robinson, se reproduce aquí, pero socialmente  y no ya individualmente. Todos los productos de Robinson eran producto suyo personal y exclusivo, y por consiguiente, eran objeto de utilidad inmediato para él. El producto total de los trabajadores es producto social. Una parte vuelve a servir de medios de producción, y sigue siendo social; pero la otra parte se consume, y por lo tanto tiene que ser repartida entre todos. El modo de reparto cambiará con arreglo al organismo productor de la sociedad y al grado de desarrollo histórico de los trabajadores. Supongamos, para colocar este estado de cosas en línea paralela con la producción mercantil, que la parte concedida a cada trabajador esté proporcionada a su tiempo de trabajo. El tiempo de trabajo jugaría de este modo un papel doble. Por un lado, su distribución en la sociedad regula la relación exacta de las diversas funciones con las diversas necesidades; por otro lado, sirve de medida a la parte individual de cada productor en el trabajo común y, al mismo tiempo, para la porción que le corresponde en la parte del producto común reservada para el consumo. Las relaciones sociales de los hombres en sus trabajos y con los objetos útiles que de ellos proceden, quedan aquí claras y transparentes, tanto en la producción como en la distribución."
(Marx, K., Le Capital, 1, pág. 90, citado en Calvez, J. 1. op. cit., pág. 417)
Una vez, abolida la propiedad de los medios de producción, se hace indispensable. una organización de la producción acorde con las necesidades de la sociedad, así como un reparto del trabajo social; esto se logrará mediante una planificación cuidadosa que llevará a evitar las crisis periódicas.
Lo importante aquí es 'que en esa sociedad ideal, según Marx, el hombre dejará de ser esclavo de fuerzas económicas que no dependen de él sino que, por el contrario, ejercerá un control conciente sobre las condiciones de vida económica. En una primera etapa, el reparto del producto del trabajo social será equitativo en función del trabajo realizado por cada uno, pero cuando se llegue a la segunda etapa, en la que reinará la abundancia, cada uno recibirá según sus necesidades. Este reino de la abundancia será también el reino de la libertad.
"EI terreno de la libertad -dice Marx- empieza en realidad en donde termina el trabajo determinado por la necesidad y por las condiciones externas; queda, por lo tanto, más allá de la esfera de la producción material propia. Así como el salvaje tiene que luchar contra la naturaleza, para satisfacer sus necesidades, para mantener su vida y para reproducirla, el civilizado también tiene que hacer lo mismo, sean cuales fueren las formas sociales o los modos de producción. Con su desarrollo, este campo de la necesidad natural se extiende, porque las necesidades mismas se extienden; pero, al mismo tiempo, se extienden también las fuerzas productivas que las satisfacen. La libertad, en este campo, no puede consistir más que en que, habiéndose hecho social el hombre, los productores asociados regulan sus intercambios con la naturaleza, los toman bajo su control comunitario, en lugar de dejarse dominar por ellos como por fuerzas ciegas; los realizan con el mínimo gasto de fuerzas, y en condiciones que son las más dignos de su naturaleza humana y son más adecuados a esta. Pero esto sigue siendo un terreno de necesidad. Más allá de este, empieza el desarrollo de las fuerzas del hombre que no tienen más fin que sí mismas, el campo verdadero de la libertad; pero este último no puede prosperar más que teniendo por base este campo de la necesidad. El acortamiento de la jornada de trabajo es su condición fundamental (...) La verdadera libertad del hombre estaría, por lo tanto, fuera del campo de la vida económica, pero por lo menos ese campo puede someterse a la libertad, al pasar a ser objeto de un control conciente por parte de una sociedad de hombres libres.
(Marx, K., Le Capital, 2da parte, pág. 1255. Citado en Calvez, J. J., op. cit., pág. 419)
La Revolución Comunista.
"La revolución comunista transformará por entero el modo de producción y la organización social vigentes actualmente. La actividad espontánea y la producción de la vida material no recaerán, como ha venido ocurriendo hasta el presente, en individuos diferentes. Todos los individuos serán libremente activos y todos colaborarán en la producción de la vida material. Desapareciendo, como desaparecerá, la división del trabajo, el individuo no tendrá que limitarse a desempeñar un oficio determinado, impuesto por las circunstancias; podrá dar a sus actividades el cauce que mejor le parezca. Gracias a ello cada uno podrá desenvolver su personalidad en el sentido dé la máxima plenitud. La sociedad constituida por tales individuos dejará de ser un conglomerado de individuos unidos o separados por ciertos intereses. Será una asociación de personas libres."
(Marx, K., Ideología Alemana, pp. 132 Y133)
No cabe duda de que los planteos sociales y económicos de Marx se dirigían al capitalismo de su época que es parecido en algunos aspectos pero no en otros al actual. Parece claro que la denuncia y la protesta marxista así como la de otros socialismos que fueron contemporáneos suyos; unidas a la creciente conciencia de clase del proletariado, llevaron a este a unirse en sindicatos y a reclamar reformas; dichas reformas, en muchos casos, fueron realizadas dentro del régimen capitalista y lo modificaron. A su vez, la aplicación de las ideas de Marx en los países de regímenes comunistas tuvieron que sufrir significativas adaptaciones.
Stevenson, en su obra Siete teorías de la naturaleza humana, citada ya anteriormente, hace un sintético balance crítico del marxismo señalando aspectos positivos y negativos de la teoría. Ve como positivos:
"La idea de una sociedad descentralizada en la que los hombres cooperen en comunidades para el bien común, la aplicación de la ciencia y la tecnología para producir bastante para todos, la reducción de la jornada de trabajo de modo que los hombres puedan cada vez más dedicar su tiempo de ocio al libre desarrollo de sus posibilidades, la idea de una sociedad en equilibrio con la naturaleza -todos estos son ideales que casi todo el mundo compartirá pese a que no está claro que sean compatibles entre sí-. No hay duda de que, si el marxismo puede todavía ganar y retener la adhesión de tanta gente, es porque ofrece este tipo de esperanzada visión del futuro. "
y como negativos:.
"Marx no nos da ninguna buena razón para creer que la sociedad comunista será genuinamente sin clases, que los que ejerzan la dictadura del proletariado no formarán una nueva clase gobernante con muchas oportunidades para abusar de su poder (...) No hay ninguna razón para esperar que conjunto alguno de cambios económicos elimine para siempre todos los conflictos de interés. El Estado, lejos de desaparecer, se fue haciendo cada vez más poderoso en los países comunistas (quizá la misma naturaleza de la industria moderna y la tecnología hacen esto inevitable)."
(Stevenson, C. 8., Siete teorías de la naturaleza humana, op. cit., pág. 87
Podemos añadir finalmente la crítica propuesta por John S. Mill, (pp. 250-257):
"La cuestión real es si quedaría algún asilo para la individualidad del carácter; si la opinión pública no se convertiría en un yugo tiránico; si la absoluta dependencia de cada uno para los demás y de los demás para cada uno, no oprimiría a todos bajo la misma mansa uniformidad de pensamientos, sentimientos y acciones. Este es ya uno de los males más notorios del actual estado de la sociedad, a pesar de existir una mayor diversidad de educación y ocupaciones y una dependencia menos absoluta del individuo, con respecto a la masa, que en el régimen comunista. Ninguna sociedad en la que la excentricidad pueda ser objeto de reproche puede ser un estado sano. Falta aún comprobar si el plan comunista sería compatible con aquel desarrollo multiforme de la naturaleza humana, con aquellos múltiples desemejanzas, aquella diversidad de gustos y talentos y variedad de puntos de vista intelectuales, que no solo constituyen una gran parte del interés de la vida humana, sino que, procurando el choque estimulante de las inteligencias y presentando a cada uno innumerables ideas que él mismo no hubiera podido concebir, son 'el resorte principal del progreso espiritual y moral."
(Mill,J. S., op. cit., pág. 201)


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