¿CUÁL ES LA
ORGANIZACIÓN SOCIOPOLÍTICA IDEAL PARA EL HOMBRE?
Organización Sociopolítica |
El poder y sus abusos
"Decenas de
millones de hombres han muerto en este siglo por obra del fanatismo destructor,
y a la postre suicida de quienes opusieron la obstinación del utopismo inverso
y retrógrado a los anhelos de armonía, progreso y solidaridad. Con distintos
signos ideológicos pero coincidiendo en el absolutismo doctrinario y en la
práctica autoritaria, esos movimientos reaccionarios buscaron siempre un
enemigo arquetípico de clase o raza, un chivo expiatorio sobre el que descargar
culpas y transferir ansiedades.
El alejamiento del holocausto nuclear como perspectiva amenazadora para todos los pueblos del mundo no puede ser sustituido por el resurgimiento de los odios raciales como encubrimiento de problemas y como instrumento de poder. El afianzamiento de la distensión internacional y el progreso de cada nación exigen aventar rápidamente los espectros abominables de un pasado de horro!';
Los problemas sociales, que comprenden principalmente la desocupación y la migración de mano de obra, y los problemas nacionales, que derivan del sometimiento o de la negación que se hizo en el pasado de legítimos aspiraciones a la identidad y a la libertad, no deben ser caldo de cultivo para esos nuevos fanatismos. En esta tarea compete el papel fundamental a las fuerzas espirituales, políticas y económicas, que tienen sobre sus espaldas la responsabilidad de haber construido la Europa presente, la que busca nuevos horizontes de convivencia y prosperidad. "
("Clarín", 17 de mayo de 1990, pág. 10)
El alejamiento del holocausto nuclear como perspectiva amenazadora para todos los pueblos del mundo no puede ser sustituido por el resurgimiento de los odios raciales como encubrimiento de problemas y como instrumento de poder. El afianzamiento de la distensión internacional y el progreso de cada nación exigen aventar rápidamente los espectros abominables de un pasado de horro!';
Los problemas sociales, que comprenden principalmente la desocupación y la migración de mano de obra, y los problemas nacionales, que derivan del sometimiento o de la negación que se hizo en el pasado de legítimos aspiraciones a la identidad y a la libertad, no deben ser caldo de cultivo para esos nuevos fanatismos. En esta tarea compete el papel fundamental a las fuerzas espirituales, políticas y económicas, que tienen sobre sus espaldas la responsabilidad de haber construido la Europa presente, la que busca nuevos horizontes de convivencia y prosperidad. "
("Clarín", 17 de mayo de 1990, pág. 10)
A continuación
propongo la lectura cuatro respuestas a este Interrogante: (seguir enlace)
Organización sociopolítica según Platón
Platón,
nació en Atenas en 428/27 a.C., de una de las familias
aristocráticas más antiguas de esa ciudad-Estado. A los 18 años entró en
el círculo de Sócrates quien, ejerció sobre él una perdurable influencia.
Platón habría de dedicarse en forma intensiva a la Filosofía y
convertiría a su maestro en el interlocutor
principal de casi todos sus diálogos. Después de
la muerte de Sócrates, viajó por más de diez años por Egipto, Magna Grecia, Cirene y
Sicilia. Allí conoció a Dionisio, tirano de Siracusa, y
procuró convencerlo de que aplicara en ese
Estado sus ideales ético-políticos.
Para
poder entender el modelo de Estado
platónico es preciso primero ver los
lineamientos básicos de su concepción
metafísica: la Teoría de las Ideas.
Teoría de las Ideas
Platón
supone que, además del mundo
que nosotros conocemos a través de los sentidos,
al que llama mundo sensible, existe otro -al que solo se
puede acceder por la inteligencia o la
razón- el mundo inteligible. En este habitan,
por así decirlo, las Ideas, modelos o arquetipos
perfectos de todo cuanto existe en el mundo
sensible. Así, por ejemplo, nosotros podemos
percibir árboles, casas, animales, seres
humanos; todos ellos son individuos con características
que los distinguen: este árbol es el aromo que
está en el jardín del frente de mi casa, ese
perro es Peggy, ovejero alemán hembra de diez
años que me pertenece, etc.; pero
tanto el aromo como Peggy son solo
copias imperfectas del Árbol o el Perro que están
en el mundo de las Ideas. A diferencia del árbol que crece y más
tarde perderá lozanía, o de Peggy que va envejeciendo, las
Ideas de Árbol y de Perro no cambian ni se deterioran;
son inmutables y eternas. Además, las Ideas
están jerarquizadas -unas tienen un grado
mayor de perfección que otras- y la
más elevada de todas es la Idea
de Bien. Pero podríamos preguntamos:
Si esas Ideas -que debemos diferenciar de las
ideas, pensamientos que nosotros tenemos de
las cosas al captarlas- están en otro
mundo, por más que sean reales -y lo
son para Platón sin ninguna duda- ¿cómo las
conocemos?
El
filósofo responde que el alma humana, antes de nacer en
el mundo sensible está en el mundo de las Ideas y las
contempla; al encarnarse, esto es, al unirse al
cuerpo, olvida lo aprendido, pero puede
recordarlo lenta y gradualmente con una enseñanza
adecuada. Y ya que hicimos referencia al alma humana, y puesto que este es
otro tema importante de la metafísica platónica, aclaremos cuál es
su naturaleza. Para Platón el hombre es un compuesto de
cuerpo y alma pero la importancia de cada uno de
esos componentes es distinta. El alma está confinada
en el cuerpo que constituye para ella una pesada
carga por sus limitaciones de todo tipo,
comenzando por las necesidades físicas, las dolencias
orgánicas, la muerte, etc. Ella, en cambio, es
inmaterial e inmortal y consta de tres partes o facultades: la
racional, la más elevada, que se muestra en el pensar puro y
en el contemplar suprasensible; la irascible, a la que
pertenecen los afectos nobles como el valor, la esperanza, la ira,
y la concupiscible que se relaciona con la conservación de la vida y de la
especie, incluyéndose en ella los aspectos que hoy
llamaríamos instintos vitales: hambre, sed, sueño,
sexo, etc.
Esta concepción del hombre, y de la realidad a la que él
pertenece, que Platón propone, permite explicar,
por ejemplo, cómo podemos formar
conceptos universales de las cosas cuando solo
conocemos entes individuales y de ella derivan una
teoría acerca de la educación, una
respuesta a los interrogantes éticos fundamentales y
una teoría del Estado, que es la que nos
interesa aquí en tanto constituye la
propuesta de organización sociopolítica más
deseable para el hombre, según la
perspectiva platónica.
¿Cuáles
son los fundamentos de ese Estado? En principio, toda
organización social tiene que responder a la satisfacción de
necesidades humanas, primero materiales y después
intelectuales y morales. Esto lleva a la especialización del
trabajo; de ahí que sea el primer principio del Estado que
cada tarea, para ser convenientemente realizada
deba ser ocupación exclusiva del que la realiza, esto
es, debe haber una estricta división del trabajo.
Pero en esta sociedad ideal no está
excluida la posibilidad de la guerra, ya
sea hacia otros Estados por una necesidad
de expansión, ya sea dentro del mismo Estado,
para imponer el orden interno si hubiera
surgido el desorden. Esto lleva a la necesidad
de tener guerreros, guardianes del Estado.
Como esta tarea es muy difícil, debe
educárselos adecuadamente desde pequeños.
Al referirse a este tema Platón expone su
concepción acerca de la educación.
Además
de gimnasia y música debe enseñárseles
el verdadero concepto de Dios, que
es autor del bien, inmutable y perfecto,
desterrándose todos los relatos mitológicos que
incurren en un grosero
ántropomorfismo. Es preciso también inspirarles
valor y para ello se les presentarán
modelos de héroes leales, valientes y
desinteresados. Estos aprendizajes serán
acompañados de un régimen de vida que elimine todos los
excesos, por ejemplo, en la comida y en la
bebida. En síntesis, deberá haber un equilibrio
entre un modo de vida saludable y sobrio, la
enseñanza de una gimnasia enérgica,
pero que no lleve al
agotamiento, y una música que
despierte el amor por lo bello, pero sin
caer en un refinamiento excesivo.
Más adelante habrán de incluirse otras
disciplinas, como la Matemática -primero la
Aritmética y después la Geometría- para
enseñar a los jóvenes a elevarse del mundo
sensible al de las formas puras; la Astronomía y la Filosofía, por la que
accederán al conocimiento de las Ideas y
cultivarán el amor a la verdad.
Sin
embargo, de esta educación quedarán
totalmente excluidos los que tengan alguna
malformación, ya que serán
eliminados físicamente, y parcialmente
excluidos pues recibirán una educación más
limitada, los artesanos y comerciantes. La
sugerencia de eugenesia correspondía
a una práctica habitual en
Esparta, ciudad que constituyó un modelo
para Platón en más de un aspecto.
No
obstante, y esto es sorprendente para
la época en que vivió Platón, lejos de excluir
a las mujeres de la educación,
propone que, en el caso de tener
las condiciones necesarias, sean educadas
igual que los hombres y junto a estos,
pudiendo acceder a los mismos cargos que
ellos.
¿Pero
quiénes gobernarán el Estado? Entre los
guardianes se irán realizando selecciones
progresivas de los que hayan revelado
mejores condiciones intelectuales y un mayor espíritu
de sacrificio a lo largo de varios años. La selección final se
hará cuando tengan alrededor de 35 años y, a
partir de entonces, realizarán distintas tareas
durante períodos de paz y de guerra sin
dejar de ejercitarse en la Filosofía. Los
gobernantes deben ser, por lo tanto,
personas con experiencia, capaces de
mandar a los jóvenes, justos en grado
sumo porque tienen el
mayor grado de conocimiento- y además una
gran vocación de servicio al Estado. Y aquí Platón nos
ha propuesto la imagen del gobernante
ideal que no es otro que el
filósofo, digno de ese nombre.
Para garantizar que el Estado esté siempre
defendido y dirigido con celo, Platón propone eliminar
todas las causas posibles de discordia entre sus
guardianes: no podrán tener propiedad
privada, ni tierras, ni fortuna, ni habitación; vivirán
juntos y recibirán del Estado los medios
de subsistencia; tampoco podrán tener
ni mujeres ni hijos que les sean exclusivos. A la
posible objeción de que entonces no
serán felices, Platón responde -siempre
a través de Sócrates, principal
interlocutor del diálogo- que experimentarán
una felicidad diferente y más elevada que la que
concibe la mayoría de la gente: la de
cumplir con la máxima eficacia los deberes
que les corresponden.
Finalmente
la mayor garantía de la preservación del Estado
será la unidad del mismo.
Para
ello debe haber una legislación no muy abundante
pero inmutable, que se refiera sobre todo
a las relaciones de los individuos con el Estado;
las relaciones Civiles, o sea, la de los individuos
entre si dependerán más que de las leyes
o reglamentos, de la adecuada formación
moral de los ciudadanos. La perfección o
bondad del Estado residirá a su vez en la práctica de las cuatro
virtudes fundamentales: 1) sabiduría o prudencia, 2) fortaleza,
3) templanza y 4) justicia
A continuación pasa Platón a analizar los
modelos de degeneración tanto en el Estado como en el
hombre.
1)
La timocracia: en la que la clase
gobernante patriarcal, otrora unida, se presenta
ahora desunida; surge en los jóvenes la ambición y el deseo de distinguirse.
2)
La oligarquía: deriva de la
anterior; los ricos mandan,
desplazando a los pobres. Hay una
oposición entre virtud y riquezas; el afán de
riquezas, o sea la codicia, suscita la violencia
y a esta recurren unos pocos para dominar
al resto.
3)
La democracia: proviene de la rebelión de
los que menos tienen contra los pocos que
ejercen el poder. Es un gobierno que,
de la libertad, pasa al libertinaje, al desorden;
no hay jerarquías y cualquiera accede a los
cargos sin estar preparada para ello. El
demócrata típico establece una igualdad
entre sus buenas y sus malas inclinaciones.
4)
La tiranía: surge como consecuencia
de la anarquía a la que llevó la democracia. El
conductor o jefe que se destaca de la masa al principio es cauto, pero
luego se torna despótico y represivo. Desde el punto de
vista moral se vuelve el más miserable de los hombres.
Organización sociopolítica según Hobbes
Para
encontrar la descripción de la organización
socio-política ideal según Hobbes, la
mejor fuente es Leviathan, obra que
desde su título -el nombre
de un monstruo bíblico que todo lo devora-
anticipa su concepción del Estado ideal
Los
hombres son tan iguales en su mente y su cuerpo, aún más en en el aspecto
mental, que aunque los hay más sagaces, elocuentes o más cultos, ello se debe a
alguna preparación que hayan podido tener. Pero de esta igualdad deriva
también el que los hombres apunten a los mismos fines y
a la obtención de objetos semejantes.
Cuando alguno de esos fines o de esos
objetos solo puede ser para uno solo (o para unos
pocos) entrarán en pugna todos lo que a él
aspiren y lucharán para obtenerlo o, si lo
han obtenido, se prepararán para protegerlo
de ataques presentes o futuros. De este
modo, para defenderse, buscarán en muchos casos,
anticiparse a los otros dominándolos. Por
otro lado, ningún hombre tolera que no se
lo valore adecuadamente y para logrado, si esto
no se da en forma espontánea, buscará imponerse a
aquellos que no lo respeten, para que lo hagan.
Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas
principales de discordia. Primera, la competencia;
segundo, la desconfianza; tercero, la gloria.
La
primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr
un beneficio; la segunda, para lograr seguridad;
la tercera, para ganar reputación. La primera hace uso
de la violencia para convertirse en dueña de las
personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la
segundo, para defenderlos; la tercero, recurre a la
fuerza por motivos insignificantes, como una
palabra, una sonrisa, una opinión distinta, como
cualquier otro signo de subestimación, ya
sea directamente en sus personas o de modo indirecto en
su descendencia, en sus amigos, en su profesión o en su
apellido.
Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en
que los hombres viven sin un poder común que los
atemorice a todos, se hallan en la condición o
estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos
contra todos. Porque la guerra no consiste solamente en
batallar, en el acto de luchar, sino que se da durante el
lapso de tiempo en que la voluntad de luchar se
manifiesta de modo suficiente.
Pero
la vida del hombre en este estado de guerra o de
preparación para la guerra permanente es
"solitaria, pobre, tosca, embrutecida y
corta." Ya que no puede asociarse a otros con confianza
ni disponer de la tranquilidad suficiente para cultivarla tierra,
elaborar manufacturas o comerciar. De allí que se imponga buscar
una solución.
Hobbes
no propone el estado presocial como si
hubiera existido históricamente en todo el mundo
sino que se trata de una ficción para ayudar al
análisis aun cuando pudiera darse en casos
aislados como 'entre los pueblos salvajes de
muchas partes de América." En esas
condiciones los hombres viven -o vivirían- solo
sujetos a las leyes de la naturaleza. Pero
¿qué son estas para Hobbes?
El hombre debe obrar para su propio bien
Las
define como:
"preceptos
o reglas generales, descubiertas por
la razón, por las que se prohíbe al
hombre hacer lo que es destructivo
para su vida, renunciar a los
medios para conservarla y omitir
aquello que se considera lo más
conveniente para preservarla. "
De
este modo las leyes naturales
corresponden a esos impulsos básicos
que conocemos, sobre todo en el mundo
animal, como instintos de supervivencia del
individuo y de conservación de la
especie. A continuación, Hobbes enuncia
algunas de esas leyes:
Con la primera, la Ley de autoconservación; en la que todo hombre busca la paz
y cuando no lo consigue lo busca incluso a través de la guerra. De esta deriva
la segunda Ley: que un hombre puede acceder, cuando
otros también acceden (para 'la paz y la
defensa de si mismo), a renunciar a
este derecho a todas las cosas y a
contentarse con tener libertad, frente
a los demás hombres, como les sea
concedido a estos con respecto a
él mismo'. En el mismo capítulo, define el
'derecho de naturaleza' como la 'libertad que
cada hombre tiene de usar su propio
poder como quiera, y la
libertad, simplemente, como 'la
ausencia de impedimentos externos'.
Sintetizando:
en su estado natural el hombre "es un
lobo para el hombre" (Homo homini
lupus) pero una constante guerra de
todos contra todos -a la que se ve
naturalmente inclinado- llevaría, a su
destrucción como individuo y la razón
muestra que, para que cada uno pueda
preservarse a sí mismo así como
preservar a la especie, debe poner un
límite a sus propios derechos y alcanzar la
paz social.
De
lo expuesto anteriormente deriva la
necesidad de un pacto o contrato
entre la partes que no es sino la
cesión de ciertos derechos para
lograr, en cambio, ciertas seguridades.
Debido a la codicia y ambición natural de los
hombres; es necesario instituir un poder que garantice el
cumplimiento de ese contrato; de lo contrario el más
fuerte y/o el más desconfiado pueden dejar
de cumplirlo en su propio provecho.
¿Cómo lograr que el hombre cumpla el Contrato?
Otra
parte del problema que se plantea a continuación es: ¿Cómo
lograr que se cumpla ese contrato? Y
entramos ya en la segunda
parte de Leviathan, que lleva
como título Sobre el Estado, que por
cuestiones de extensión simplemente las enumeraremos:
·
Conferir todo ese poder y fuerza a un hombre o una asamblea de
hombre capaces de reducir sus voluntades a una sola. (Commonwealt, Civitas).
·
Éste es el soberano y los demás, los súbditos.
·
Estado por Institución: es cuando una multitud convienen en
conferir el poder de soberano a un hombre o asamblea de hombres.
·
Estado por adquisición: el poder soberano ha sido adquirido por
la fuerza, aquí hay un pacto, entre el soberano y los súbditos, no entre
súbditos como el anterior.
Enuncia
luego los derechos y facultades del soberano, así
como algunos deberes de los súbditos:
1. Los
súbditos no pueden cambiar
la forma de gobierno,
porque no pueden romper los lazos de
fidelidad establecidos con el soberano.
2. El poder
soberano no puede ser revocado,
ya que ningún súbdito puede, por
decisión individual, dejar de serio.
3. Ningún
hombre puede, sin injusticia, protestar contra la
institución del soberano declarada por la mayoría,
porque él mismo se avino a aceptar la
decisión de la mayoría.
4. Los
súbditos no pueden acusar de injusticia al
soberano, porque le han transferido el poder de decidir
qué es lo
justo.
.
5. Ningún
soberano puede ser castigado por uno
de sus súbditos, haga lo que haga.
Al
soberano, a su vez, le corresponde:
6. Decidir
qué es lo necesario para conservar la paz
interior.
7. Juzgar qué
doctrinas deben enseñarse a sus súbditos y cuáles deben
ser excluidas.
8. Dictar la
legislación referida a las propiedades de
sus súbditos.
9. Fiscalizar
la judicatura y decidir en las controversias.
10.
Declarar la guerra y firmar la paz con
otros Estados.
11. Fijar los
impuestos.
12.Tener el
monopolio de las Fuerzas Armadas.
13.Tener el
poder de conferir honores.
14.Tener el
poder exclusivo de acuñar moneda.
15. Tener el
poder de recompensar y castigar a sus
súbditos.
Organización sociopolítica según John Stuart Mill
Los
primeros exponentes de la democracia liberal fueron Jeremy Bentham y James
Mill, padre de John Stuart y amigo personal de Bentham. Ambos supusieron que el
hombre era un consumidor incesante que buscaba aumentar al máximo las
satisfacciones o utilidades que le aportaba la sociedad y que esta, a su vez,
no era sino una suma de individuos con intereses que entraban en conflicto
entre sí, sobre todo, por el poder.
Para
esa sociedad se necesitaba un sistema político que protegiera a cada individuo
respecto de los otros, pero también que protegiera a los ciudadanos de la
posible capacidad del gobierno; de ahí la importancia del derecho al sufragio,
mediante voto secreto, de la libertad de prensa, etc. Las leyes, a su vez,
debían garantizar la propiedad individual, fuere cual fuere su distribución.
Suponían esos economistas que, al ser los hombres diferentes entre sí en lo
referente a capacidad y esfuerzo, unos debían tener más que otros y que, de
ninguna manera, se debía tender a igualar a los seres humanos sino más bien
incentivarlos a la productividad (por ejemplo, a partir de los bienes que ya
poseían).
El modelo de democracia que propuso John Stuart Mill se basó en que creía
firmemente en que era esencial en el hombre su capacidad para desarrollar y
ejercer las facultades que poseía, y que era menos importante, en cambio, su
capacidad de consumir y apropiarse de objetos. La sociedad, quizá de hecho y
parcialmente, era una suma de individuos ávidos y egoístas pero no lo era en su
totalidad y sobre todo, no debía ser así. La buena sociedad era la que permitía
al hombre desarrollarse adecuadamente y lo estimulaba a hacerla. En su ética utilitarista,
encontraremos que Mill tenía una gran confianza en la posibilidad de
derrotar a los flagelos sociales; y por eso, la función de gobierno, que se
cumpliría adecuadamente sería solo mediante un sufragio vastamente extendido.
Este gobierno, por una parte, debía proteger a los ciudadanos de la rapacidad
de los otros y del Estado mismo, pero además debía colaborar en el desarrollo
del ser humano. Puede decirse por eso, como lo hace Macpherson, que el modelo
de democracia de J. S. Mill era un modelo moral.
"El argumento en pro de un sistema político democrático es que promueve
'el avance de la comunidad (...) en cuanto a intelecto, virtud, actividad
práctica y eficacia' mejor que ningún otro sistema político. Además aprovecha
lo mejor posible la calidad de 'valor moral, intelectual y activo ya existente
a fin de actuar con el mayor efecto en los negocios públicos'. El valor de un
individuo se juzga por la medida en que desarrolla sus capacidades humanas: 'el
fin del hombre... es el desarrollo más alto y armonioso de sus facultades hasta
alcanzar un todo completo y coherente."
Que rechazó del Capitalismo
John
Stuart Mill, no rechazaba el capitalismo en si como sistema económico, pero le
parecían inaceptables las consecuencias sociales que tenía a mediados del siglo
XIX. Estaba convencido de que se trataba de un sistema perfectible, al que
había que analizar a fondo -lo que se propuso hacer en Principios de
Economía Política, obra que seguiremos aquí en forma
prioritaria-, para compatibilizarlo con una sociedad más humana que la que él
conocía.
"No
puedo, pues, mirar al estado estacionario del capital y la riqueza con el
disgusto que por el mismo manifiestan sin ambages los economistas de la vieja
escuela. Me inclino a creer que, en conjunto, sería un adelanto muy
considerable sobre nuestra situación actual. Confieso que no me agrada el ideal
de vida que defienden aquellos que creen que el estado normal de los seres
humanos es una lucha incesante por avanzar, y que el pisotear, empujar, dar
codazos y pisarle los talones al que va delante, que son característicos del
tipo actual de vida social, constituyen el género de vida más deseable para la
especie humana; para mí no son otra cosa que síntomas desagradables de una de
las fases del progreso industrial. Puede que sea una etapa necesaria en el
progreso de la civilización, y que tengan aún que soportarla aquellas naciones
de Europa que hasta ahora han tenido la fortuna de no sufrirlo. Es un mero
accidente del crecimiento, no un signo de decadencia, pues no destruye
necesariamente las aspiraciones más elevadas y las virtudes heroicas, como lo
ha demostrado América, en su guerra civil, tanto por su conducta como pueblo,
como por los numerosos ejemplos individuales, y como es de esperar lo
demostraría Inglaterra, si se presentara una ocasión tan dura y estimulante.
Pero no es ciertamente una especie de perfección social que los filántropos del
porvenir estén muy dispuestos a admitir. Cierto que, mientras que la riqueza
represente poder y el objeto de la ambición universal sea hacerse lo más rico
posible, está bien que todos tengan abierto el camino para obtenerla, sin
favoritismo ni parcialidad. Pero la mejor situación para la naturaleza humano
es aquella en la cual, mientras nadie es pobre, nadie desea tampoco ser más
rico ni tiene ningún motivo para temer ser rechazado por los esfuerzos de otros
que quieren adelantarse. "
(Mili,J. S., Principios de Economía Política, México, Fondo de Cultura
Económica, 1978, pág. 641)
Al describir la situación del asalariado, reconocía que iba
adquiriendo cada más conciencia de clase:
"Por
lo que respecta a los obreros, puede asegurarse, al menos en los países más
adelantados de Europa, que no se sujetarán nunca más al sistema de gobierno
patriarcal o paternal. Esa es una cuestión que se decidió ya cuando se les
enseñó a leer y escribir y tuvieron así acceso a los periódicos y a los
folletos políticos; cuando se permitió que escucharan a oradores de distintas
ideologías que les predicaban sentimientos y creencias en oposición con los de
sus superiores; cuando se los reunió en número considerable bajo un mismo techo
para trabajar; cuando los ferrocarriles les permitieron ir de un sitio a otro y
cambiar de patrón como quien cambia de camisa; cuando se les estimuló a que
tomaran parte en el gobierno, dándoles el voto electoral. Las clases
trabajadoras han tomado sus intereses en sus propias manos, y muestran
constantemente que creen que los intereses de sus patrones no son idénticos a
los suyos, sino opuestos. Algunos de los que pertenecen a las clases más altas
se hacen ilusiones de que pueden contrarrestarse esas tendencias por una
educación moral y religiosa; pero dejaron pasar ya el tiempo en el que hubiera
sido eficaz este remedio. Los principios de la Reforma han llegado hasta las
capas más profundos de la sociedad junto con la lectura y la escritura, y los
pobres no aceptarán ya durante mucho más tiempo una religión y una moral
prescritas por otros."
(Mill,J.
S" op. cit., pág. 647)
Tambièn
realiza una crìtica a la propiedad privada absoluta, que según èl perjudica a
los demás; según Mill, debería haber lugares donde la propiedad privada sea
condicionada y propiedades que jamás deberían ser privadas, Todo esto para
mantener el fiel de la balanza entre los seres humanos. De por sí alentaba la
difusión de riqueza en lugar de la concentración, con la finalidad de moderar
la desigualdad.
La
propiedad privada, en sí misma, le parecía aceptable en tanto garantizaba a los
individuos el fruto de su propio trabajo, pero cuestionaba cuando se trataba
del fruto del trabajo y la abstinencia de otros. Aunque nunca llegó a precisar
cómo hacerlo.
¿Qué
sistema podía contribuir a mejorar la sociedad? Anticipamos ya que J. S. MilI
adhería al sistema democrático rechazando cualquier propuesta oligárquica y sus
pretensiones, a menudo hipócritas, de benevolencia.
En
la medida en que la democracia daba la posibilidad de elegir o de derribar un
gobierno mediante el voto, brindaba incentivos para una participación efectiva
en la vida política; dicha participación iba desde la búsqueda de información
hasta la difusión de ideas y la incorporación directa a agrupaciones políticas.
Esto iba a producir una elevación en el nivel intelectual y moral de los
ciudadanos. De modo que el sufragio universal era altamente deseable. Pero
presentaba una dificultad que J. S. Mill, en su preocupación habitual por el
principio de equidad, quería resolver. Dado que la sociedad de su época estaba
polarizada en dos clases -y en esto coincidiría con el análisis de Marx- la
trabajadora (que incluía a los pequeños comerciantes) y la de los empleadores
(que incluía a los rentistas), y la primera era la más numerosa, otorgar un
voto por persona implicaría romper el equilibrio y llevaría a una legislación
de clase". J. S. Mill admitía que si la legislación de clase hubiera sido
llevada a cabo por la de los empleadores, esto hubiera resultado más grave ya
que ellos constituían el grupo más poderoso y potencialmente opresor de la
clase trabajadora, pero aun así, lo deseable era llegar al punto de equilibrio
entre ambos sectores. Para ello propuso que todos los ciudadanos tuvieran un
voto -con algunas excepciones, por ejemplo, la de los analfabetos que debían
reducirse cada vez más en número por la difusión de la educación- y que algunos
tuvieran más de uno.
Su
valoración del nivel intelectual y de la educación, acarrea un inconveniente,
como lo hace Macpherson: Si los más ilustrados eran los que tenían más peso
político, ¿qué garantías había de que los menos ilustrados iban a poder
desarrollarse a su vez plenamente y/o sentirse incentivados para ello? El
sistema de John Stuart Mill, que quería ser igualitario al máximo, por ejemplo
no permitiendo la legislación de clase", resultaba en su posible
aplicación, dudosamente igualitario.
A estas críticas Macpherson añade otras dos:
"El
fracaso de la solución cooperativa dejó sin resolver la contradicción que
advertía Mill entre un sufragio universal e igualitario y la mayor felicidad de
la sociedad. No había salida, dada su hipótesis de que la clase obrera
utilizaría un derecho de sufragio igual para promulgar una legislación de
clase, no coherente con la mayor felicidad cualitativa y a largo plazo de toda la
sociedad.
Y
subyacente en esa contradicción se hallaba la otra, la contradicción entre las
relaciones capitalistas de producción como tales y el ideal democrático de la
igualdad de posibilidades de desarrollo de la propia personalidad. Esta fue una
contradicción que Mill nunca advirtió plenamente. Casi llegó a verla en sus
advertencias sobre la relación existente entre capital y trabajo (especialmente
cuando la contrastaba desde el punto de vista moral con la relación
cooperativo), pero, como ya hemos advertido, en su análisis de las relaciones
capitalistas de mercado como tales justificaba la propiedad privada del capital
y el contrato salarial como coherentes en principio con un sistema
equitativo."
(Macpherson,
C. B., op. cit., pp. 77 Y78)
Pese
a sus defectos, la teoría sociopolítica de J. S. Mill, que pone el acento en el
hombre como referente de todo sistema económico deseable, que valora en alto
grado el perfeccionamiento y la libertad de los seres humanos, influyó sobre
teorías posteriores como la de John Dewey y R. M. Maclver. También aportó a la
concepción angloamericana de la democracia de comienzos del siglo XX sus
elementos más positivos.
Por
último, uno de los rasgos que acabamos de señalar en su teoría: su valoración
de la libertad. Asegurar a todas las personas completa independencia y libertad
de acción, con la única restricción que es la de no perjudicar a los demás.
Karl Marx nació en
1818 en Trier (Treveris), Alemania, de una familia judía. Su padre se convirtió
al cristianismo y Karl fue educado como protestante, pero en un ambiente más
inclinado hacia las ideas enciclopedistas. Mostró tempranamente su capacidad intelectual
y en 1836 ingresó como estudiante en la Universidad de Berlín, en la Facultad
de Derecho, que luego abandonó para estudiar Filosofía. Se dedicó
al periodismo en una primera etapa y llegó a ser redactor-jefe de un
periódico radical de política y economía. Marx marchó a París en 1843 y empezó
a escribir algunas de sus obras importantes: La Sagrada Familia, La ideología
alemana y La miseria de la Filosofía. Allí también empezó su actuación política
-el pasaje de la teoría a la praxis (la acción)- y publicó, junto con Engels,
El Manifiesto Comunista. Más tarde se exilió en Londres donde permaneció el
resto de su vida, dedicándose en forma ocasional al periodismo para sobrevivir,
y concentrando la mayor parte de sus esfuerzos en su militancia política y en
la publicación de sus obras más significativas relacionadas con temas
económicos: Crítica de la Economía Política y El Capital. Murió en 1883.
En la concepción del
hombre seguiremos fundamentalmente La Ideología Alemana.
La condición
primordial de toda la historia dice Marx, es la existencia real de seres
humanos. Partamos entonces de que para vivir hay que satisfacer ciertas
necesidades básicas que el hombre comparte con el animal.
"El hambre es una
necesidad natural; por consiguiente, necesita una naturaleza exterior a ella
para satisfacerse y encontrar su descanso."
(Marx, K, Manuscritos
de 1844, citado por Calvez,J. l., El pensamiento de Carlos Marx, Madrid,
Taurus, 1958, pág.338
Pero, a diferencia del
animal, el hombre es activo: produce sus medios de subsistencia, alejándose así
de la pasividad propia de aquel.
Veamos ahora cuál es
la relación entre hombre y naturaleza. Marx la caracteriza como una oposición:
el hombre está fuera de la naturaleza en cuanto su cuerpo -inmerso en ella-
necesita de algo exterior a sí mismo para satisfacerse, pero, con su accionar,
se proyecta sobre la naturaleza que se yergue frente a él, indiferente y
pasiva. La oposición se resuelve espontáneamente en forma de destrucción.
"El hombre
consume [dice Marx] y al consumir aniquila. Pero no lo hace sin antes haber
recogido o asido y haber llevado a la boca."
(Calvez, J. L.,op.
cit., pág.346)
Sin embargo, no solo
destruye, sino que también aprende a actuar sobre la naturaleza en forma
positiva, a elaborar lo obtenido, a mejorarlo; bien pronto sus miembros le son
insuficientes para cumplir esa tarea y entonces construye utensilios adaptados
cada vez más a una gran variedad de funciones.
En este quehacer el
hombre produce sus medios de subsistencia y, a través de, ellos su vida material
mismo. En dicha producción se halla supeditado al medio ambiente ya que solo
puede elaborar lo que este le ofrece naturalmente (..).
Produciendo sus medios
de subsistencia, el hombre realiza el modo de vida que le es propio y que
consiste en la actividad."
(Marx K., Y Engels,
Ideología Alemana, Buenos Aires, Vida Nueva, 1958, pág. 27)
y la satisfacción de
las primeras y más elementales necesidades engendra en él necesidades más
complejas que lo llevan a perfeccionar sus herramientas: en esto reside el
primer hecho. histórico. Lo que al principio era un mero accionar instintivo
apenas diferenciado del animal se va humanizando: el hombre planea, prevé,
corrige, mejora; su inteligencia, atención y memoria se plasmarán en lo que
produzca. .
"Una araña hace
operaciones que se parecen a las del tejedor y la abeja confunde con la
estructura de sus celdillas de cera a la habilidad de más de un arquitecto.
Pero lo que distingue desde un principio al peor arquitecto de la abeja más
experta es que el arquitecto ha construido la celdilla en su cabeza antes de
construirla en la colmena. El resultado al que llega el trabajador preexiste
idealmente en su imaginación.
(Marx, K., Le Capital,
Sociales, 1, pág. 181; citado por Calvez, op. cit., pág. 347)
Tal es la relación
hombre-objetos de la naturaleza exterior, pero resulta estrecha para contener
el caudal de necesidades del primero; su satisfacción requiere la existencia de
otros seres. Y un lazo, el más elemental, se establece entre individuo e
individuo, hombre y mujer, merced al instinto sexual; este a su vez trae
aparejada la procreación y la aparición, con ella, de nuevos vínculos.
"Merced a su
cotidiano afanarse va el hombre conservando su vida. Pero no le basta
conservarla: quiere prolongarla en otros seres. Nace así la familia con las
relaciones a ella consiguientes: las de marido y mujer, las de padres e
hijos."
(Marx, K., Ideología
alemana, pág. 345)
Familia, primera
célula social, luego es una relación secundaria
La familia, que es la
primera célula social pasa a ser luego, según Marx, una relación secundaria, al
multiplicarse las necesidades que van generando, a su vez, nuevas relaciones
sociales. Los hombres se ven obligados a asociarse frente a los obstáculos que
les presenta la naturaleza y son empujados a ello también por su instinto
rebañego.
"Acuciado por la
imperiosa necesidad de comunicarse y tratar con sus prójimos el hombre crea el
lenguaje y, procurando darse a entender, llega a adquirir conciencia de todo lo
que se agita confusamente en su espíritu (...) La conciencia es, desde sus
comienzos, un producto social"
(Marx, K., op. cit.,
pág. 48)
Gracias al otro, le es
accesible al hombre no solo la naturaleza exterior sino también su propio yo,
que se le revela bajo un nuevo aspecto. Así va surgiendo la conciencia social
-la única que existe para Marx- que incluye en sí sus relaciones con el medio y
con los demás, que es capaz de desarrollo y de progreso a través de la
historia. El "espíritu", dice Marx, nace unido a la materia ya que
surge con el lenguaje y este es de naturaleza material (se compone de capas de
aire en movimiento, signos escritos, etcétera).
A medida que se van
afianzando los lazos sociales -ya ubicados en un primer plano en la vida del
hombre- se va perfilando un fenómeno que el progreso irá agigantando: la
división del trabajo.
"Este,
originariamente, se reduce a las diferentes tareas que en el acto sexual
corresponden al hombre y a la mujer; es luego el reparto de menesteres que
deriva de la naturaleza de los cosas mismas, debido a la diversidad de
aptitudes de los individuos (por ejemplo, en cuanto a fuerza corporal); a las
necesidades que se suscitan, etc. Pero con lo que alcanza pleno vigor la
división del trabajo es con .la separación del trabajo intelectual y material.
/1
(Marx, K., op. cit.,
pág. 50)
¿Qué consecuencias
trae la división del trabajo?
1.
La primera, y la más grave, la
distribución desigual del trabajo y sus productos.
2.
La segunda, muy relacionada con la
anterior, la aparición de la propiedad privada que Marx define como "la
forma económica opuesta al trabajo que nace de la acumulación de los frutos de
este último" (op. cit., pág. 129).
3.
La tercera, la formación de clases
sociales. Estas son, en un principio, agrupaciones de individuos que, al tener
actividades similares, tienen un nivel de vida también parecido e intereses
comunes; gradualmente esta unión de ciertos individuos, con exclusión de otros,
se va tornando consciente: los integrantes de cada grupo se fijan objetivos
comunes y luchan para su logro; adquieren así lo que Marx llama
"conciencia de clase".
4.
La cuarta, la emergencia del fenómeno de
"alienación" o de "enajenación" por el cual el ser humano
se siente ajeno al producto de su trabajo -porque deja de pertenecerle y/o
porque, simplemente, ya no lo reconoce como suyo-. Pensemos al respecto en las
grandes fábricas donde cada obrero solo tiene que manipular piezas menores -y
siempre las mismas- de los objetos que allí se elaboran.
El trabajo que, en sus
orígenes, era lo que había constituido la condición misma de la humanización
-ya que había permitido al hombre diferenciarse nítidamente del animal- se
convierte en un yugo que gravita sobre él, impidiéndole obrar libremente.
"En efecto, bajo
el régimen de la división del trabajo, cada cual tiene acotado un repertorio de
actividades fijo y exclusivo, que se le impone a la fuerza y del cual le está
prohibido salir. Es cazador, o pescador o 'critícalotodo' [filósofo] y ha de
seguir siéndolo, so pena de perder sus medios de vida."
(Marx, K., op. cit.,
pág. 53)
En una sociedad en la
que la división del trabajo genera enfrentamientos entre grupos se hace
necesaria una instancia, de carácter independiente, en la que se delegue poder
y que asuma la defensa de un abstracto interés universal; esa instancia' es el
Estado que, según Marx, es una forma ilusoria de comunidad ya que, por un lado,
se-apoya sobre vínculos reales: la sangre, el idioma, etc. pero por otra,
permanece ajena por igual a los intereses individuales y a los colectivos. ¿A
quién representa realmente, entonces, el Estado? Marx sostiene que solo a la
clase dominante, que a su vez varia históricamente. Todas las luchas no son
sino luchas de clases; las pretensiones patrióticas, religiosas, etc. de las
distintas guerras solo son máscaras que' esconden la infraestructura real, que
es siempre económica. La evolución histórica va determinando que una clase
prevalezca sobre las demás: la aristocracia sobre la incipiente burguesía
industrial y comercial en el Medioevo, la burguesía sobre el proletariado a
partir de la Revolución francesa, etc.
Concepción marxista de
la sociedad y del Estado.
y aquí hemos llegado a
la concepción marxista de la sociedad y del Estado. Veremos cómo caracteriza a
las sociedades (y los correspondientes) estados europeos que él conoció en la
segunda mitad del siglo XIX y cómo delinea la sociedad y el Estado ideales del
futuro. Pero antes, sinteticemos con las palabras del autor lo visto hasta
ahora:
"La producción de
la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación,
se manifiesta inmediatamente como una doble relación-por una parte, como una
relación natural, y por otra como una relación social-; social, en el sentido
de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos, cualesquiera
sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se
desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase
industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación o una
determinada fase social, modo de cooperación que es, a su vez una fuerza
productiva'; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre
condiciona el estado social y que, por tanto, la 'historia de la humanidad'
debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia de la
industria y del intercambio.11
(Marx,K., op. cit.,
pp. 46 Y47
"Tres fenómenos
socio-económicos dominan el período que va desde 1815 a 1871 en Europa]: 1. un
movimiento general de transformación de la vida económica, 2. una miseria
obrera cuyo recuerdo aún encoge el corazón y 3. una formidable acumulación de
capitales que anuncia la consolidación de la nueva era". Así caracteriza
Jean Ives Calvez (op. cit., pág. 215) las condiciones socio-económicas
contemporáneas de Marx sobre las que este ejercerá su crítica. Si recordamos
ahora las características de la Revolución Industrial, podremos ampliar algo
más lo referente a los fenómenos citados antes: 1)esa transformación se produce
por la evolución experimentada por la ciencia y sobre todo por su consecuencia
inmediata, la tecnificación creciente; 2) el trabajo del asalariado se cumplen
en jornadas de doce horas de trabajo extenuante y, a menudo, con pocas
condiciones de seguridad y 3) las empresas privadas, lanzadas a una competencia
encarnizada, realizan grandes inversiones que no tienen control estatal alguno
(etapa del Segundo Imperio; ver cuadro histórico, pp. 20-23).
Marx sostiene que en
ese ámbito social todos están alienados. El trabajador lo está en primer
término: debe vender en el mercado su fuerza de trabajo y recibir por ella
apenas lo que necesita para producir sus medios de subsistencia y, además,
pierde los frutos de su trabajo; el capitalista también está alienado porque
pierde contacto con el acto de producir, que es
el que humaniza al hombre; compra en el mercado la fuerza de trabajo del
obrero, la consume y obtiene a partir de ella una plusvalía (diferencia entre
lo que se le paga al obrero para que subsista y el valor real de lo producido);
la plusvalía a su vez pasa a incrementar el capital inicial, permitiéndole
comprar más fuerza de trabajo ajena e incorporar así una nueva plusvalía.
Esta situación, además
de generar alienación, va produciendo una distribución cada vez más desigual de
la riqueza. El capital inicial se va incrementando gracias a la plusvalía, y lo
hace a costa de la pauperización (empobrecimiento) creciente de los obreros,
que son empujados cada vez más a subsistir con menos. Por otra parte, los
capitalistas intentan aumentar su producción indefinidamente y, al no tener en
cuenta las necesidades de los consumidores, provocan crisis periódicas de
superproducción. En forma simultánea, el proletariado aumenta numéricamente
porque van pasando a sus filas los pequeños capitalistas desplazados por la
progresiva concentración y centralización de capitales; se va incrementando,
entonces, la mano de obra desocupada.
Marx consideró a las
tendencias que acabamos de señalar como leyes económicas propias del sistema
capitalista. Dejaremos su análisis y discusión, que aún hoy continúa, a los
especialistas. Lo que nos interesa aquí es que, para el filósofo, esas
tendencias producían un progresivo debilitamiento del capitalismo y apuntaban a
su destrucción. Para acelerar ese proceso era necesaria la acción
revolucionaria protagonizada por el proletariado: su tarea era sustituir la
sociedad alienada, dividida en clases, del presente, por la sociedad libre, sin
división de clases, del futuro.
¿Cómo imaginaba Marx
esa sociedad del futuro?
"Representémonos
una reunión de hombres libres que trabajen con medios de producción comunes y
que gasten, con arreglo a un plan concertado, sus numerosas fuerzas
individuales como una única y misma fuerza de trabajo social. Todo lo que hemos
dicho acerca del trabajo de Robinson, se reproduce aquí, pero socialmente
y no ya individualmente. Todos los productos de Robinson eran producto
suyo personal y exclusivo, y por consiguiente, eran objeto de utilidad
inmediato para él. El producto total de los trabajadores es producto social.
Una parte vuelve a servir de medios de producción, y sigue siendo social; pero
la otra parte se consume, y por lo tanto tiene que ser repartida entre todos.
El modo de reparto cambiará con arreglo al organismo productor de la sociedad y
al grado de desarrollo histórico de los trabajadores. Supongamos, para colocar
este estado de cosas en línea paralela con la producción mercantil, que la
parte concedida a cada trabajador esté proporcionada a su tiempo de trabajo. El
tiempo de trabajo jugaría de este modo un papel doble. Por un lado, su
distribución en la sociedad regula la relación exacta de las diversas funciones
con las diversas necesidades; por otro lado, sirve de medida a la parte
individual de cada productor en el trabajo común y, al mismo tiempo, para la
porción que le corresponde en la parte del producto común reservada para el
consumo. Las relaciones sociales de los hombres en sus trabajos y con los
objetos útiles que de ellos proceden, quedan aquí claras y transparentes, tanto
en la producción como en la distribución."
(Marx, K., Le Capital,
1, pág. 90, citado en Calvez, J. 1. op. cit., pág. 417)
Una vez, abolida la
propiedad de los medios de producción, se hace indispensable. una organización
de la producción acorde con las necesidades de la sociedad, así como un reparto
del trabajo social; esto se logrará mediante una planificación cuidadosa que
llevará a evitar las crisis periódicas.
Lo importante aquí es
'que en esa sociedad ideal, según Marx, el hombre dejará de ser esclavo de
fuerzas económicas que no dependen de él sino que, por el contrario, ejercerá
un control conciente sobre las condiciones de vida económica. En una primera
etapa, el reparto del producto del trabajo social será equitativo en función
del trabajo realizado por cada uno, pero cuando se llegue a la segunda etapa,
en la que reinará la abundancia, cada uno recibirá según sus necesidades. Este
reino de la abundancia será también el reino de la libertad.
"EI terreno de la
libertad -dice Marx- empieza en realidad en donde termina el trabajo
determinado por la necesidad y por las condiciones externas; queda, por lo
tanto, más allá de la esfera de la producción material propia. Así como el
salvaje tiene que luchar contra la naturaleza, para satisfacer sus necesidades,
para mantener su vida y para reproducirla, el civilizado también tiene que
hacer lo mismo, sean cuales fueren las formas sociales o los modos de
producción. Con su desarrollo, este campo de la necesidad natural se extiende,
porque las necesidades mismas se extienden; pero, al mismo tiempo, se extienden
también las fuerzas productivas que las satisfacen. La libertad, en este campo,
no puede consistir más que en que, habiéndose hecho social el hombre, los
productores asociados regulan sus intercambios con la naturaleza, los toman
bajo su control comunitario, en lugar de dejarse dominar por ellos como por
fuerzas ciegas; los realizan con el mínimo gasto de fuerzas, y en condiciones
que son las más dignos de su naturaleza humana y son más adecuados a esta. Pero
esto sigue siendo un terreno de necesidad. Más allá de este, empieza el
desarrollo de las fuerzas del hombre que no tienen más fin que sí mismas, el
campo verdadero de la libertad; pero este último no puede prosperar más que
teniendo por base este campo de la necesidad. El acortamiento de la jornada de
trabajo es su condición fundamental (...) La verdadera libertad del hombre
estaría, por lo tanto, fuera del campo de la vida económica, pero por lo menos
ese campo puede someterse a la libertad, al pasar a ser objeto de un control
conciente por parte de una sociedad de hombres libres.
(Marx, K., Le Capital,
2da parte, pág. 1255. Citado en Calvez, J. J., op. cit., pág. 419)
La Revolución
Comunista.
"La revolución
comunista transformará por entero el modo de producción y la organización
social vigentes actualmente. La actividad espontánea y la producción de la vida
material no recaerán, como ha venido ocurriendo hasta el presente, en
individuos diferentes. Todos los individuos serán libremente activos y todos
colaborarán en la producción de la vida material. Desapareciendo, como
desaparecerá, la división del trabajo, el individuo no tendrá que limitarse a
desempeñar un oficio determinado, impuesto por las circunstancias; podrá dar a
sus actividades el cauce que mejor le parezca. Gracias a ello cada uno podrá
desenvolver su personalidad en el sentido dé la máxima plenitud. La sociedad
constituida por tales individuos dejará de ser un conglomerado de individuos
unidos o separados por ciertos intereses. Será una asociación de personas
libres."
(Marx, K., Ideología
Alemana, pp. 132 Y133)
No cabe duda de que
los planteos sociales y económicos de Marx se dirigían al capitalismo de su
época que es parecido en algunos aspectos pero no en otros al actual. Parece
claro que la denuncia y la protesta marxista así como la de otros socialismos
que fueron contemporáneos suyos; unidas a la creciente conciencia de clase del
proletariado, llevaron a este a unirse en sindicatos y a reclamar reformas;
dichas reformas, en muchos casos, fueron realizadas dentro del régimen
capitalista y lo modificaron. A su vez, la aplicación de las ideas de Marx en
los países de regímenes comunistas tuvieron que sufrir significativas
adaptaciones.
Stevenson, en su obra
Siete teorías de la naturaleza humana, citada ya anteriormente, hace un
sintético balance crítico del marxismo señalando aspectos positivos y negativos
de la teoría. Ve como positivos:
"La idea de una
sociedad descentralizada en la que los hombres cooperen en comunidades para el
bien común, la aplicación de la ciencia y la tecnología para producir bastante
para todos, la reducción de la jornada de trabajo de modo que los hombres
puedan cada vez más dedicar su tiempo de ocio al libre desarrollo de sus
posibilidades, la idea de una sociedad en equilibrio con la naturaleza -todos
estos son ideales que casi todo el mundo compartirá
pese a que no está claro que sean compatibles entre sí-. No hay duda de que, si
el marxismo puede todavía ganar y retener la adhesión de tanta gente, es porque
ofrece este tipo de esperanzada visión del futuro. "
y como negativos:.
"Marx no nos da
ninguna buena razón para creer que la sociedad comunista será genuinamente sin
clases, que los que ejerzan la dictadura del proletariado no formarán una nueva
clase gobernante con muchas oportunidades para abusar de su poder (...) No hay
ninguna razón para esperar que conjunto alguno de cambios económicos elimine
para siempre todos los conflictos de interés. El Estado, lejos de desaparecer,
se fue haciendo cada vez más poderoso en los países comunistas (quizá la misma
naturaleza de la industria moderna y la tecnología hacen esto
inevitable)."
(Stevenson, C. 8.,
Siete teorías de la naturaleza humana, op. cit., pág. 87
Podemos añadir
finalmente la crítica propuesta por John S. Mill, (pp. 250-257):
"La cuestión real
es si quedaría algún asilo para la individualidad del carácter; si la opinión
pública no se convertiría en un yugo tiránico; si la absoluta dependencia de
cada uno para los demás y de los demás para cada uno, no oprimiría a todos bajo
la misma mansa uniformidad de pensamientos, sentimientos y acciones. Este es ya
uno de los males más notorios del actual estado de la sociedad, a pesar de
existir una mayor diversidad de educación y ocupaciones y una dependencia menos
absoluta del individuo, con respecto a la masa, que en el régimen comunista.
Ninguna sociedad en la que la excentricidad pueda ser objeto de reproche puede
ser un estado sano. Falta aún comprobar si el plan comunista sería compatible
con aquel desarrollo multiforme de la naturaleza humana, con aquellos múltiples
desemejanzas, aquella diversidad de gustos y talentos y variedad de puntos de
vista intelectuales, que no solo constituyen una gran parte del interés de la
vida humana, sino que, procurando el choque estimulante de las inteligencias y
presentando a cada uno innumerables ideas que él mismo no hubiera podido
concebir, son 'el resorte principal del progreso espiritual y moral."
(Mill,J. S., op. cit.,
pág. 201)
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