El Problema Antropológico
Es
un problema antropológico porque intenta ocuparse de interrogantes como; ¿Qué
es el hombre?¿Quién soy yo?¿Cuál es el sentido de la existencia humana? Estos
interrogantes y otros por el estilo dominan todo el campo de la antropología
filosófica.
Actualidad y urgencia del problema.
Da
la impresión de que la humanidad en el momento presente de la historia está más
amdura para dar una respuesta a estos interrogantes que en los tiempos pasados.
El
desarrollo de las ciencias del hombre: biología, fisiología, medicina,
psicología, sociología, economía, política, etc., intentan aclarar la enorme
complejidad del comportamiento humano.
Cada uno de estos sectores científicos organiza un vasto panorama de
conocimientos concretos y precisos sobre el hombre, para los que cuatro o cinco
años de estudios universitarios constituyen apenas una primera iniciación.
Además
los grandes problemas humanos tienden cada vez más a ser considerados como
problemas funcionales y operativos que requieren especialistas en cada uno de
los sectores.
Las
inmensas posibilidades positivas que la civilización técnico-industrial ofrece
al hombre están llenas de ambigüedad.
Un mundo dominado únicamente por la ciencia
y por la técnica podría incluso revelarse como inhabitable; y esto no sólo
desde el punto de vista biológico, sino sobre todo desde el punto de vista
cultural y espiritual.
Sobre
todo se comprueba que el aumento vertiginoso de los conocimientos técnicos y
analíticos de la existencia humana y el progresivo perderse por entre los
laberintos de las especializaciones van acompañados de una creciente
incertidumbre respecto a lo que constituye el ser profundo y último del hombre
(Gabriel Marcel).
Max
Scheler afirma: "el hombre ya no sabe lo que es y se da cuenta de que no
lo sabe."
"Ninguna época ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos
sobre el hombre como la nuestra... Sin embargo, ninguna época ha conocido al hombre
tan poco como la nuestra. En ninguna época el hombre se ha hecho tan
problemático como en la nuestra" (M. Heidegger).
E
cuanto a ésto, Gabriel Marcel expone cuando toma a los hombres de las chabolas,
desheredado y marginado de la cultura moderna, como modelo del hombre
contemporáneo que no sabe ya quién es y para qué existe.
Es
preciso recuperar la secular certeza del hombre, pensarla de nuevo hasta el
fondo y enriquecerla con todas las interpretaciones.
En
el centro está el problema del significado de la existencia; pero ese problema
no puede aclararse más que a la luz del ser mismo del hombre.
La
reflexión antropológica sistemática y la iluminación de la existencia humana,
en este momento de su historia; constituirán entonces un verdadero servicio al
hombre.
Iniciándose
este milenio encontramos al hombre sumergido y extraviado en una sociedad
líquida, donde la pos-verdad prevalece; el simulacro triunfa sobre la verdad;
el antiguo déspota es considerado como honorable por toda esa construcción
circense en el que el individuo navega virtualmente; se enamora y su amor es
pura cosmética, hasta que el ring de la soledad le arranca de ese mundo de
ensueño e irreal.
El hombre se sorprende ante la falta de humanidad del ser humano ante el fruto
de sus decisiones como el holocausto judío, pero le es insignificante los
inocentes muertos en siria y la franja de Gaza.
Una
caída y reconstrucción de valores, un verdadero cambio de paradigmas morales;
donde la mujer el culmen de AMOR de la humanidad en el acontecimiento máximo
del ser humano como es la de dar vida a un hijo; se violenta en pos de reclamar
derechos exclusivos en cuanto a disponer de su cuerpo y arrancar de su vientre
al ser que en otra hora tanto defendía, hasta ofrecer su vida.
Movimientos
que en la lucha por ser dueña de decisiones sobre su propio cuerpo, proyectan
para un futuro próximo úteros diseñados para el fin de gestar el futuro ser
humano.
Génesis del problema filosófico del hombre.
No
es en primer lugar el hombre el que suscita problemas; es el propio hombre el
que se hace problemático debido a la vida y a la condición en que vive.
La
existencia, al hacerse problemática, requiere una respuesta y obliga a tomar
posiciones.
La antropología filosófica no crea ni inventa los problemas del hombre.
Se
los encuentra, los reconoce, los asume, los examina críticamente.
E
intenta,fatigosamente, dar una respuesta que pueda iluminar la problemática
concreta y existencial.
La
problemática antropológica se asoma a la vida concreta de maneras muy
distintas.
Quizá
sea posible agruparlas en torno a tres temas: a) admiración y maravilla; b)
frustración y desilusión; c) experiencia de lo negativo.
a) Admiración y maravilla.
La
reflexión sobre las dimensiones fundamentales del hombre puede nacer de la
maravilla y de la admiración frente al universo o frente al hombre y sus
creaciones; y sus conquistas, como ser de la naturaleza, los montes, los mares;
el genio artístico; la comunicación global; la danza; la arquitectura;
admiración ante el hechizo de la amistad y del amor; los ojos inocentes de un
niño; una acción noble; el sacrificio de una vida por una gran causa, etc.
La
experiencia religiosa que abre semejantes horizontes de maravilla. Es la
experiencia que traduce el Salmo 8: ¿Qué cosa es el hombre para que te acuerdes
de él?...
La
admiración expresa en cierto modo una actitud contemplativa, profundamente
mortificada en la civilización industrial, pero nunca extinguida por completo.
Está
orientada hacia el reconocimiento de la grandeza y del misterio que hay en el
hombre independientemente de la obra humana y anterior a ella.
b) Frustración y desilusión.
Muchos
hombres viven absortos en sus empresas exteriores o en la superficialidad de
una vida de masa que se muestra poco inclinada a la reflexión.
Solamente
entran dentro de sí en el choque con la realidad, esto es, en la experiencia de
la frustración, del fracaso o de la derrota.
El infortunio, un accidente de tráfico, la muerte de los padres, de la esposa o
de un hijo, la guerra, el genocidio, los campos de concentración, desastres
naturales, como los grandes terremotos, tsunamis..., nos arrancan cruelmente de
la dispersión para ponernos frente al problema del significado fundamental de
la propia existencia.
"Me
convertí para mí mismo en un grave problema", afirma San
Agustín, refiriéndose al trauma sufrido con ocasión de la muerte de
un amigo.
El
fracaso de nuestros propios proyectos, la fatiga y la dureza del trabajo, el
cansancio de vivir, la impotencia de alcanzar una felicidad verdadera y una paz
estable; la soledad, el abandono de tantos amigos; caer en la cuenta en que
aunque esté conectado diariamente con cientos de personas, está solo; que sus
amigos son amigos navegantes; y que el amor, se ha transformado en coito de
ocasión y descartable..., en una palabra el contraste entre lo que uno es y lo
que le gustaría o debería ser para ser plenamente hombre.
c) Lo negativo y el vacío.
Muchos
hombres intentan un planteamiento de la vida en conformidad con una filosofía o
una visión del mundo y del hombre sin tener en cuenta las dimensiones profundas
y personales del hombre.
Esto
se verifica especialmente en las culturas industrializadas y racionalizadas El
hombre vive alienado, como número en medio de una gran masa impersonal, que lo
explota sin tener en cuenta sus problemas personales; aunque en este tiempo su
reclamo se socializa y se globaliza; pero, como un boomerang, este hecho le
hace perder su privacidad, lo vuelve vulnerable.
Y se pierde su integridad diluida en la dispersión tecnológica de la
información que se le escapa de las manos; y su voluntad ya no es suya; su
identidad es enajenada y comercializada.
O
bien corre detrás de valores engañosos, orquestados por una pérfida publicidad,
olvidándose de los verdaderos problemas.
Y
sucede que todo este conjunto llega el momento en que no sólo no ofrece ninguna
satisfacción, sino que se hunde dejando aparecer el vacío y la nada.
Albert
Camus nos ha dado una descripción impresionante cuando habla del hombre moderno
preso entre los engranajes de la vida moderna y superracionalizada: levantarse,
tranvía, trabajo, comer, tranvía, trabajo, lunes, martes, miércoles...; de
pronto todo se derrumba, se revela en toda su crudeza el absurdo y el vacío de
semejante existencia.
De
ahí el interrogante fundamental: ¿vale la pena vivir?... "Existe un sólo
problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida merece
o no merece ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la
filosofía", todo lo demás es secundario, "el sentido de la vida es la
cuestión más urgente" (Camus).
Este
mismo fenómeno de experiencia del vacío y de la nada frente a una civilización
dominada únicamente por la técnica y por el funcionalismo lo atestiguan
pensadores como Schaff y Bloch.
El
hombre no vive solamente de economía, de política, de tensiones sociales. La
experiencia del vacío y de la nada no es más que un modo negativo de protesta y
de repulsa de una civilización que debería servir al hombre, pero que lo ahoga
en sus aspiraciones más profundas y más personales.
Las
tres expresiones a las que se ha aludido nos permiten comprender por qué brota
concretamente la reflexión sobre el misterio de la propia existencia.
Raíces más profundas del problema antropológico.
a) Libertad que realizar.
Los
interrogantes fundamentales del hombre parecen nacer del hecho de que el hombre
no existe como un perro o como una piedra, sino como sujeto personal, esto es,
como alguien que es capaz de decir yo, tú, nosotros, esto es, de reflexionar,
de tomar distancias frente a las cosas, de darse cuenta, aunque no plenamente,
de su propia condición humana.
El
punto de apoyo de estos interrogantes antropológicos no es tanto la
contemplación del hombre y del universo como la experiencia de que es preciso
vivir y de que hay que hacer algo, sin que por lo demás esté muy claro qué es
lo que hay que hacer.
El
hombre se ve lejos de la meta, alienado, todavía no plenamente hombre, en
camino hacia la realización de su existencia.
Podría
decirse que la antropología nace de una libertad inquieta y necesitada,
necesariamente responsable de sí misma y de su propia existencia, pero al mismo
tiempo ansiosa de comprenderse a sí misma y de descubrir el camino que tiene
que recorrer.
Siempre
se vuelve a recurrir a la pregunta fundamental: ¿Quién soy yo? ¿Qué es lo que
significa ser hombre? La reflexión hecha por los demás, puede ser estímulo y
guía, especialmente la sistemática, la filosófica; pero no puede reemplazar el
esfuerzo personal para aclarar los problemas de la propia existencia. Vivir la
propia vida como vida "humana" significa vivirla en presencia de
estos interrogantes.
b) La convivencia con los demás.
El
problema nace también -y con frecuencia prevalentemente- de las relaciones con
los demás.
Los
problemas antropológicos tienen un elemento comunitario y social. Nacen
específicamente en el espacio de los vínculos que nos unen con los demás
hombres en el mundo: en el trabajo, en el dolor, en el gozo del amor y de la
amistad, en la muerte del ser querido, en los conflictos que dividen a los
hombres y en la esperanza que los une.
La
muerte parece sin embargo ocupar un lugar privilegiado en esta experiencia; lo
estimuló en otro tiempo la reflexión antropológica en los griegos; y luego
especialmente en la filosofía heideggeriana.
En
todos los sitios en que la muerte de la persona querida es considerada como un
problema serio y original, florecen igualmente, con todo su peso de humanidad,
la libertad personal, el amor, la esperanza, el sentido de la vida.
Esta
curiosa conexión de nuestro problema más personal con el de los demás y el de
nuestros vínculos con ellos indica ya, en cierto modo, en qué dirección habrá
que situar el significado más profundo del hombre.
c) Necesidad de un significado global.
La
tercera raíz del problema antropológico es la necesidad urgente e irreprimible
de conferir a la existencia un significado último y definitivo. Una formulación
más explícita de la intención que las anteriores contienen.
La
pregunta de un significado último nace de la experiencia personal y comunitaria
que se ve enfrentada con el límite de la muerte. Frente a ella la angustia
existencial busca una libertad definitiva, un fundamento eterno del amor, una
razón definitiva de esperar.
La
pregunta antropológica nace entonces de la confrontación entre una vida humana
infinitamente preciosa y sagrada y la muerte que parece destruir lo que hay de
hermoso en el universo.
La
pregunta por el significado último del hombre está vinculada inseparablemente a
la intención metafísica general que se manifiesta como necesidad de aclarar y
de comprender el fundamento del ser y el opuesto del hombre en el universo.
¿Qué es la antropología filosófica?
Se
puede llamar "Antropología filosófica" a todo intento de asumir la
problemática específica del hombre, tal como lo describimos anteriormente.
Intentos de aclarar de una manera metódica filosófica el gran interrogante :
¿Qué significa ser hombre?.
La
Antropología filosófica, estudia al hombre desde el punto de vista del hombre,
para enunciar en qué consiste el misterio del "ser hombre" (Coreth).
Las
ciencias examinan al hombre sobre todo como "objeto" (sin confundirlo
con las cosas); lo estudian además desde puntos de vista relativos o
sectoriales: psicológico (comportamiento).
La
antropología filosófica estudia al hombre como sujeto personal y en su
globalidad.
"Estudio
global" significa que el hombre se presenta como unidad original, de la
que todos en cierto modo tienen conciencia y que se expresa precisamente en el
interrogante: ¿Quién soy yo? ¿Qué significa ser hombre?.
La
antropología de Theilard du Chardin corrige muchos de los inconvenientes del
planteamiento tradicional, recurriendo a una categoría "dinámica" de
vida evolutiva.
Pero
también aquí la categoría "vida" resulta estrecha para captar todo el
misterio de la libertad y de la esperanza que caracterizan a la existencia
humana.
El
segundo tipo de Antropología filosófica podría calificarse como antropología
del espíritu encarnado. El hombre es considerado ante todo como sujeto personal
que toma conciencia de sí mismo en el encuentro con los demás y con el mundo de
la naturaleza.
La
reflexión sobre la condición fundamental del hombre hace descubrir las raíces
corporales y encarnadas de la existencia.
Tres formas típicas de esta antropología:
1.-
En primer lugar la visión antropológica de Santo Tomás de Aquino; el espíritu
humano es un espíritu de grado inferior que necesita apoyarse en uncuerpo para
enercitar y realizar sus virtualidades.
2.-
En segundo lugar la fenomenología existencial, que surgió como reacción frente
dea la unilateralidad del racionalismo y del empirismo; está polarizada en la
idea de la "existencia" o ser-en-el-mundo-a-través-de-un-cuerpo.
3.-
La tercera forma de antropología encarnada está sobre todo presente en el
personalismo y en la filosofía intersubjetiva o filosofía dialogal; la
encarnación no se ve por estar junto a las cosas, sino en estar junto a los
demás hombres en el mundo, con apertura al misterio trascendente del hombre.
Cf.
Gevart, Joseph. El Problema del hombre. Introducción a la
Antropología filosófica. Edic. Sígueme. sexta ed. Salamanca. 1984. págs. 11-24
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