2 sept 2018

El Problema antropológico


El Problema Antropológico


Es un problema antropológico porque intenta ocuparse de interrogantes como; ¿Qué es el hombre?¿Quién soy yo?¿Cuál es el sentido de la existencia humana? Estos interrogantes y otros por el estilo dominan todo el campo de la antropología filosófica.


Actualidad y urgencia del problema.



Da la impresión de que la humanidad en el momento presente de la historia está más amdura para dar una respuesta a estos interrogantes que en los tiempos pasados.
El desarrollo de las ciencias del hombre: biología, fisiología, medicina, psicología, sociología, economía, política, etc., intentan aclarar la enorme complejidad del comportamiento humano.
Cada uno de estos sectores científicos organiza un vasto panorama de conocimientos concretos y precisos sobre el hombre, para los que cuatro o cinco años de estudios universitarios constituyen apenas una primera iniciación.
Además los grandes problemas humanos tienden cada vez más a ser considerados como problemas funcionales y operativos que requieren especialistas en cada uno de los sectores.
Las inmensas posibilidades positivas que la civilización técnico-industrial ofrece al hombre están llenas de ambigüedad.
Un mundo dominado únicamente por la ciencia y por la técnica podría incluso revelarse como inhabitable; y esto no sólo desde el punto de vista biológico, sino sobre todo desde el punto de vista cultural y espiritual.
Sobre todo se comprueba que el aumento vertiginoso de los conocimientos técnicos y analíticos de la existencia humana y el progresivo perderse por entre los laberintos de las especializaciones van acompañados de una creciente incertidumbre respecto a lo que constituye el ser profundo y último del hombre (Gabriel Marcel).
Max Scheler afirma: "el hombre ya no sabe lo que es y se da cuenta de que no lo sabe."
"Ninguna época ha sabido conquistar tantos y tan variados conocimientos sobre el hombre como la nuestra... Sin embargo, ninguna época ha conocido al hombre tan poco como la nuestra. En ninguna época el hombre se ha hecho tan problemático como en la nuestra" (M. Heidegger).
E cuanto a ésto, Gabriel Marcel expone cuando toma a los hombres de las chabolas, desheredado y marginado de la cultura moderna, como modelo del hombre contemporáneo que no sabe ya quién es y para qué existe.
Es preciso recuperar la secular certeza del hombre, pensarla de nuevo hasta el fondo y enriquecerla con todas las interpretaciones.
En el centro está el problema del significado de la existencia; pero ese problema no puede aclararse más que a la luz del ser mismo del hombre.
La reflexión antropológica sistemática y la iluminación de la existencia humana, en este momento de su historia; constituirán entonces un verdadero servicio al hombre.
Iniciándose este milenio encontramos al hombre sumergido y extraviado en una sociedad líquida, donde la pos-verdad prevalece; el simulacro triunfa sobre la verdad; el antiguo déspota es considerado como honorable por toda esa construcción circense en el que el individuo navega virtualmente; se enamora y su amor es pura cosmética, hasta que el ring de la soledad le arranca de ese mundo de ensueño e irreal.
El hombre se sorprende ante la falta de humanidad del ser humano ante el fruto de sus decisiones como el holocausto judío, pero le es insignificante los inocentes muertos en siria y la franja de Gaza.
Una caída y reconstrucción de valores, un verdadero cambio de paradigmas morales; donde la mujer el culmen de AMOR de la humanidad en el acontecimiento máximo del ser humano como es la de dar vida a un hijo; se violenta en pos de reclamar derechos exclusivos en cuanto a disponer de su cuerpo y arrancar de su vientre al ser que en otra hora tanto defendía, hasta ofrecer su vida.
Movimientos que en la lucha por ser dueña de decisiones sobre su propio cuerpo, proyectan para un futuro próximo úteros diseñados para el fin de gestar el futuro ser humano.

Génesis del problema filosófico del hombre.


No es en primer lugar el hombre el que suscita problemas; es el propio hombre el que se hace problemático debido a la vida y a la condición en que vive.
La existencia, al hacerse problemática, requiere una respuesta y obliga a tomar posiciones.
La antropología filosófica no crea ni inventa los problemas del hombre.
Se los encuentra, los reconoce, los asume, los examina críticamente.
E intenta,fatigosamente, dar una respuesta que pueda iluminar la problemática concreta y existencial.
La problemática antropológica se asoma a la vida concreta de maneras muy distintas.
Quizá sea posible agruparlas en torno a tres temas: a) admiración y maravilla; b) frustración y desilusión; c) experiencia de lo negativo.

a) Admiración y maravilla.


La reflexión sobre las dimensiones fundamentales del hombre puede nacer de la maravilla y de la admiración frente al universo o frente al hombre y sus creaciones; y sus conquistas, como ser de la naturaleza, los montes, los mares; el genio artístico; la comunicación global; la danza; la arquitectura; admiración ante el hechizo de la amistad y del amor; los ojos inocentes de un niño; una acción noble; el sacrificio de una vida por una gran causa, etc.
La experiencia religiosa que abre semejantes horizontes de maravilla. Es la experiencia que traduce el Salmo 8: ¿Qué cosa es el hombre para que te acuerdes de él?...
La admiración expresa en cierto modo una actitud contemplativa, profundamente mortificada en la civilización industrial, pero nunca extinguida por completo.
Está orientada hacia el reconocimiento de la grandeza y del misterio que hay en el hombre independientemente de la obra humana y anterior a ella.

b) Frustración y desilusión.


Muchos hombres viven absortos en sus empresas exteriores o en la superficialidad de una vida de masa que se muestra poco inclinada a la reflexión.
Solamente entran dentro de sí en el choque con la realidad, esto es, en la experiencia de la frustración, del fracaso o de la derrota.
El infortunio, un accidente de tráfico, la muerte de los padres, de la esposa o de un hijo, la guerra, el genocidio, los campos de concentración, desastres naturales, como los grandes terremotos, tsunamis..., nos arrancan cruelmente de la dispersión para ponernos frente al problema del significado fundamental de la propia existencia.
"Me convertí para mí mismo en un grave problema", afirma San Agustín, refiriéndose al trauma sufrido con ocasión de la muerte de un amigo.
El fracaso de nuestros propios proyectos, la fatiga y la dureza del trabajo, el cansancio de vivir, la impotencia de alcanzar una felicidad verdadera y una paz estable; la soledad, el abandono de tantos amigos; caer en la cuenta en que aunque esté conectado diariamente con cientos de personas, está solo; que sus amigos son amigos navegantes; y que el amor, se ha transformado en coito de ocasión y descartable..., en una palabra el contraste entre lo que uno es y lo que le gustaría o debería ser para ser plenamente hombre.

c) Lo negativo y el vacío.


Muchos hombres intentan un planteamiento de la vida en conformidad con una filosofía o una visión del mundo y del hombre sin tener en cuenta las dimensiones profundas y personales del hombre.
Esto se verifica especialmente en las culturas industrializadas y racionalizadas El hombre vive alienado, como número en medio de una gran masa impersonal, que lo explota sin tener en cuenta sus problemas personales; aunque en este tiempo su reclamo se socializa y se globaliza; pero, como un boomerang, este hecho le hace perder su privacidad, lo vuelve vulnerable.
Y se pierde su integridad diluida en la dispersión tecnológica de la información que se le escapa de las manos; y su voluntad ya no es suya; su identidad es enajenada y comercializada.
O bien corre detrás de valores engañosos, orquestados por una pérfida publicidad, olvidándose de los verdaderos problemas.
Y sucede que todo este conjunto llega el momento en que no sólo no ofrece ninguna satisfacción, sino que se hunde dejando aparecer el vacío y la nada.
Albert Camus nos ha dado una descripción impresionante cuando habla del hombre moderno preso entre los engranajes de la vida moderna y superracionalizada: levantarse, tranvía, trabajo, comer, tranvía, trabajo, lunes, martes, miércoles...; de pronto todo se derrumba, se revela en toda su crudeza el absurdo y el vacío de semejante existencia.
De ahí el interrogante fundamental: ¿vale la pena vivir?... "Existe un sólo problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida merece o no merece ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la filosofía", todo lo demás es secundario, "el sentido de la vida es la cuestión más urgente" (Camus).
Este mismo fenómeno de experiencia del vacío y de la nada frente a una civilización dominada únicamente por la técnica y por el funcionalismo lo atestiguan pensadores como Schaff y Bloch.
El hombre no vive solamente de economía, de política, de tensiones sociales. La experiencia del vacío y de la nada no es más que un modo negativo de protesta y de repulsa de una civilización que debería servir al hombre, pero que lo ahoga en sus aspiraciones más profundas y más personales.
Las tres expresiones a las que se ha aludido nos permiten comprender por qué brota concretamente la reflexión sobre el misterio de la propia existencia.

Raíces más profundas del problema antropológico.


a) Libertad que realizar.


Los interrogantes fundamentales del hombre parecen nacer del hecho de que el hombre no existe como un perro o como una piedra, sino como sujeto personal, esto es, como alguien que es capaz de decir yo, tú, nosotros, esto es, de reflexionar, de tomar distancias frente a las cosas, de darse cuenta, aunque no plenamente, de su propia condición humana.
El punto de apoyo de estos interrogantes antropológicos no es tanto la contemplación del hombre y del universo como la experiencia de que es preciso vivir y de que hay que hacer algo, sin que por lo demás esté muy claro qué es lo que hay que hacer.
El hombre se ve lejos de la meta, alienado, todavía no plenamente hombre, en camino hacia la realización de su existencia.
Podría decirse que la antropología nace de una libertad inquieta y necesitada, necesariamente responsable de sí misma y de su propia existencia, pero al mismo tiempo ansiosa de comprenderse a sí misma y de descubrir el camino que tiene que recorrer.
Siempre se vuelve a recurrir a la pregunta fundamental: ¿Quién soy yo? ¿Qué es lo que significa ser hombre? La reflexión hecha por los demás, puede ser estímulo y guía, especialmente la sistemática, la filosófica; pero no puede reemplazar el esfuerzo personal para aclarar los problemas de la propia existencia. Vivir la propia vida como vida "humana" significa vivirla en presencia de estos interrogantes.

b) La convivencia con los demás.


El problema nace también -y con frecuencia prevalentemente- de las relaciones con los demás.
Los problemas antropológicos tienen un elemento comunitario y social. Nacen específicamente en el espacio de los vínculos que nos unen con los demás hombres en el mundo: en el trabajo, en el dolor, en el gozo del amor y de la amistad, en la muerte del ser querido, en los conflictos que dividen a los hombres y en la esperanza que los une.
La muerte parece sin embargo ocupar un lugar privilegiado en esta experiencia; lo estimuló en otro tiempo la reflexión antropológica en los griegos; y luego especialmente en la filosofía heideggeriana.
En todos los sitios en que la muerte de la persona querida es considerada como un problema serio y original, florecen igualmente, con todo su peso de humanidad, la libertad personal, el amor, la esperanza, el sentido de la vida.
Esta curiosa conexión de nuestro problema más personal con el de los demás y el de nuestros vínculos con ellos indica ya, en cierto modo, en qué dirección habrá que situar el significado más profundo del hombre.

c) Necesidad de un significado global.


La tercera raíz del problema antropológico es la necesidad urgente e irreprimible de conferir a la existencia un significado último y definitivo. Una formulación más explícita de la intención que las anteriores contienen.
La pregunta de un significado último nace de la experiencia personal y comunitaria que se ve enfrentada con el límite de la muerte. Frente a ella la angustia existencial busca una libertad definitiva, un fundamento eterno del amor, una razón definitiva de esperar.
La pregunta antropológica nace entonces de la confrontación entre una vida humana infinitamente preciosa y sagrada y la muerte que parece destruir lo que hay de hermoso en el universo.
La pregunta por el significado último del hombre está vinculada inseparablemente a la intención metafísica general que se manifiesta como necesidad de aclarar y de comprender el fundamento del ser y el opuesto del hombre en el universo.

¿Qué es la antropología filosófica?


Se puede llamar "Antropología filosófica" a todo intento de asumir la problemática específica del hombre, tal como lo describimos anteriormente. Intentos de aclarar de una manera metódica filosófica el gran interrogante : ¿Qué significa ser hombre?.
La Antropología filosófica, estudia al hombre desde el punto de vista del hombre, para enunciar en qué consiste el misterio del "ser hombre" (Coreth).
Las ciencias examinan al hombre sobre todo como "objeto" (sin confundirlo con las cosas); lo estudian además desde puntos de vista relativos o sectoriales: psicológico (comportamiento).
La antropología filosófica estudia al hombre como sujeto personal y en su globalidad.
"Estudio global" significa que el hombre se presenta como unidad original, de la que todos en cierto modo tienen conciencia y que se expresa precisamente en el interrogante: ¿Quién soy yo? ¿Qué significa ser hombre?.
La antropología de Theilard du Chardin corrige muchos de los inconvenientes del planteamiento tradicional, recurriendo a una categoría "dinámica" de vida evolutiva.
Pero también aquí la categoría "vida" resulta estrecha para captar todo el misterio de la libertad y de la esperanza que caracterizan a la existencia humana.
El segundo tipo de Antropología filosófica podría calificarse como antropología del espíritu encarnado. El hombre es considerado ante todo como sujeto personal que toma conciencia de sí mismo en el encuentro con los demás y con el mundo de la naturaleza.
La reflexión sobre la condición fundamental del hombre hace descubrir las raíces corporales y encarnadas de la existencia.
Tres formas típicas de esta antropología:
1.- En primer lugar la visión antropológica de Santo Tomás de Aquino; el espíritu humano es un espíritu de grado inferior que necesita apoyarse en uncuerpo para enercitar y realizar sus virtualidades.
2.- En segundo lugar la fenomenología existencial, que surgió como reacción frente dea la unilateralidad del racionalismo y del empirismo; está polarizada en la idea de la "existencia" o ser-en-el-mundo-a-través-de-un-cuerpo.
3.- La tercera forma de antropología encarnada está sobre todo presente en el personalismo y en la filosofía intersubjetiva o filosofía dialogal; la encarnación no se ve por estar junto a las cosas, sino en estar junto a los demás hombres en el mundo, con apertura al misterio trascendente del hombre.
Cf. Gevart, Joseph. El Problema del hombre. Introducción a la Antropología filosófica. Edic. Sígueme. sexta ed. Salamanca. 1984. págs. 11-24

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