Los fundamentos de la filosofía moral
Los fundamentos de la filosofía moral |
Todos los
descubrimientos y las grandes conmociones del pensamiento moderno, por más
ambivalentes que sean, pueden así mostrarse útiles para una filosofía moral
capaz de criticarlos y de asimilarlos.
Al despejar así el terreno, las
liquidaciones que hemos realizado nos obligan además a tomar conciencia de la
necesidad de recurrir a la metafísica.
Hay necesidad absoluta de
recurrir a la metafísica sí queremos justificar la validez real, objetiva, de
las normas y de los valores morales.
En otros términos, toda la pseudo
filosofía moral que se desarrolló en el siglo XVII en la escuela inglesa,
fundada únicamente en el sentimiento moral o la intuición moral con rechazo de
toda consideración metafísica y todo fundamento metafísico, se encuentra
definitivamente barrida; quiéraselo o no hemos sido librados de ella por la ola
positivista que ha pasado por la cultura.
¿Podemos establecer
una filosofía moral que esté fundada sobre bases propiamente filosóficas, a la
vez metafísicas y “físicas” (¿quiero decir, dependientes de la filosofía de la
naturaleza?
La obra de Bergson es
muy significativa a este respecto, porque ha señalado un retorno a una
concepción así, a un sistema de moralidad que presupone una metafísica y el
compromiso del hombre en la estructura del universo, compromiso sin el cual la
vida moral no tiene sentido.
Empero este retorno bergsoniano era necesariamente
incompleto, porque la metafísica bergsoniana en sí misma era insuficiente y no
tenía suficientemente en cuenta el instrumento esencial de la metafísica, esto
es la razón.
Encontrar la clave en la filosofía Tomista
En Santo Tomás será
donde hallemos las claves que buscamos, porque la metafísica tomista es
esencialmente una metafísica racional y porque es precisamente la razón la que
es la medida de los actos humanos y la que especifica el dominio propio de la
moralidad.
Esta parte asignada a la razón es muy débil en Bergson y por eso su
doctrina nos presenta no ya una moral, sino más bien una inframoral puramente
social y una supra-moral mística; entre ambas, el reino propio de la moral se
encuentra desconocido.
Si, por el contrario, tenemos que habérnoslas con una
metafísica no ya racionalista ni tampoco anti-intelectualista, sino
auténticamente racional, entonces comprendemos cómo el comportamiento típico
del animal puede y debe distinguirse del comportamiento típico del hombre.
El comportamiento del
animal puede ser determinado por la simple observación y la estadística, porque
depende de instintos y de estructuras determinados por la naturaleza.
Pero cuando tratamos
de aislar los caracteres típicos del comportamiento del hombre, nos vemos
obligados a entrar en el universo de los valores absolutos porque nos
encontramos frente al comportamiento de un ser dotado de razón, y por ende de
libertad, y cuya conducta depende de las concepciones adoptadas por esa
inteligencia, esa razón, acerca de los valores, de las esencias, de las normas
que trascienden los accidentes de la existencia y tienen una significación
incondicionada.
Si estáis dispuestos a morir por la justicia, os dais entero.
Y ¿cómo podríais
daros enteros, si no es por una obligación que tenga un valor absoluto?
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