¿QUÉ ES EL CONOCIMIENTO?
Desde
el punto de vista de la filosofía clásica, al conocimiento debemos entenderlo
como proceso.
Ese proceso se sustenta en dos grandes pilares:
El
primer gran pilar es la experiencia. Aun cuando el término
“experiencia” tiene otros significados, a los efectos de esta explicación la
entendemos como “la aprehensión sensible de la realidad”; como un modo de
conocer algo inmediatamente antes de todo pensamiento al respecto. Sin la
experiencia no hay pensamiento posible.
Este
primer escalón en el proceso de conocimiento es de carácter concreto y
sensible. Básicamente, cualquier conocimiento nuestro comienza con una sensación(de un color, una forma, un sabor, un sonido, etc.) y continúa en nuestra percepción, que es la integración, la organización de esa sensación. Después, mediante una representación, traemos a nuestra mente esa situación que, sin convertirse en una idea, se constituye en una imagen.
sensible. Básicamente, cualquier conocimiento nuestro comienza con una sensación(de un color, una forma, un sabor, un sonido, etc.) y continúa en nuestra percepción, que es la integración, la organización de esa sensación. Después, mediante una representación, traemos a nuestra mente esa situación que, sin convertirse en una idea, se constituye en una imagen.
El segundo gran pilar, el
pensamiento; elabora todo ese material sensible mediante
procesos de generalización y abstracción. Produce ideas que se traducen en
conceptos; excluye diferencias y retiene lo esencial.
Esos conceptos, relacionados
unos con otros, originan los juicios; el encadenamiento de
juicios nos permite confeccionar razonamientos.
Pero,
además de esos procesos mentales existen otros que, basados en éstos, son más
complejos. Por ejemplo, el análisis nos
permite descomponer aquella realidad asimilada como un todo en sus partes
constitutivas, mientras que la síntesis elabora
la integración de los elementos en un proceso inverso al anterior.
A partir de estas dos operaciones podemos clasificar, distinguir, ordenar,
etc., en suma, podemos pensar para conocer aquello que se presentaba en
principio como concreto sensible. De esta manera pasamos de un conocimiento
experiencial y sensitivo a un conocimiento cualitativamente diferente.
Esto
que acabamos de decir no es más que una descripción generalísima, algo así como
el armazón de la estructura del conocimiento. A partir de ella nos podemos
hacer muchas preguntas que nos permitirán profundizar el problema del
conocimiento. Por ejemplo:
¿Cómo conocemos? ¿Cuáles son los fundamentos del conocimiento? ¿Qué es lo que se conoce? ¿Qué tipos de saberes se derivan de este proceso?
¿Cómo conocemos? ¿Cuáles son los fundamentos del conocimiento? ¿Qué es lo que se conoce? ¿Qué tipos de saberes se derivan de este proceso?
Conocimiento con fundamentos
El período premoderno y la modernidad se caracterizaron por tratar de distinguir el conocimiento auténtico; el saber verdadero y el conocimiento objetivo de las simples opiniones, las conjeturas o las visiones subjetivas del mundo y de las cosas. Para que esto fuera posible era necesario explicar la esencia del conocimiento. Y explicar la esencia del conocimiento equivalía; en ambos casos, a buscar fundamentos seguros. Dicho brevemente, el problema del conocimiento tanto en la premodernidad como en la modernidad; con las diferencias propias de cada período, consistió en hallar los fundamentos del conocimiento.
El
problema básicamente estaba planteado en estos términos: si queremos conocer,
entonces queremos encontrar la verdad. Ahora bien, sólo nos encontraremos
frente a un conocimiento verdadero cuando podamos fundamentar ese conocimiento
de manera tal que su verdad se encuentre fuera de toda duda.
De lo que se trata, entonces, es de encontrar cuáles son esos fundamentos
seguros que hacen posible el conocimiento y la verdad.
A
lo largo de la historia de este problema, en cada
período se propusieron distintos fundamentos seguros para poder explicar cómo
era posible el conocimiento. Se trataba en cada caso de encontrar la fuente del
conocimiento. Así, esquematizando un poco las cosas, diremos que en ambos
períodos el fundamento del conocimiento estuvo ligado a lo que podemos llamar
el modelo de la
revelación. Lo que cambiaba en cada período era la fuente de
la revelación. Mientras que en la premodernidad esa fuente era la revelación teológica o religiosa, en
el período moderno la revelación estuvo depositada en el modelo de la racionalidad expuesto
en sus distintas variantes.
Lo
que diferencia las distintas versiones del modelo de revelación es la fuente
del conocimiento (teológica o racional) y lo que las une es que la verdad, una
vez revelada, es inmodificable y pasa a estar fundamentada de una vez por todas
y entonces se mantiene ajena y alejada de cualquier crítica posible.
En
cada uno de estos períodos el modelo de la revelación produjo consecuencias
significativas.
En el período premoderno, los fundamentos del conocimiento se convirtieron en
dogmas, es decir, en puntos del conocimiento incuestionables que coincidían en
general con las revelaciones de la fe. Esta situación hizo necesaria la aparición
de “especialistas” que interpretaran los textos, dando lugar a la formación de
grupos de expertos en religión o en “visiones del mundo” que se adjudicaban el
monopolio de la interpretación.
En
síntesis, el caso estaba planteado de este modo: hallazgo del fundamento -
dogmatización del conocimiento- necesidad de expertos en la interpretación -
configuración de una jerarquía de intérpretes.
Durante
la modernidad, el modelo de la revelación continuó vigente. Sólo se sustituyó
la infalibilidad de la verdad religiosa revelada, por la verdad racional. La
racionalidad se convirtió en el nuevo modelo teológico. La revelación fue
naturalizada y democratizada, es decir fue despojada de su carácter
sobrenatural, pero se la desplazó al lugar de la intuición individual o a la
observación empírica. La revelación cambia de sentido. Ya no es revelación en
el sentido religioso, sino revelación en el sentido de evidente: la verdad está
“ahí”, en la naturaleza; sólo hace falta abrir los ojos para aprehenderla
mediante la observación o captarla mediante los recursos del intelecto. La
naturalización y democratización de la idea de la revelación en la teoría
clásica del conocimiento liberó al conocimiento de los lazos tradicionales y lo
convirtió en una revelación de la Naturaleza por medio de la razón o de los
sentidos.
La modernidad orientó el modelo de la revelación racional en dos direcciones, cada una de las cuales ponía el acento en un aspecto diferente del nuevo fundamento de la época.
La modernidad orientó el modelo de la revelación racional en dos direcciones, cada una de las cuales ponía el acento en un aspecto diferente del nuevo fundamento de la época.
El Intelectualismo.
Una
dirección fue la dirección del intelectualismo: el intelectualismo parte de
la soberanía de la razón, de la intuición intelectual y del primado del saber
teórico. La preocupación fundamental de los intelectualistas era liberar a la
razón del papel de control de la experiencia. Sólo les interesaba llegar a la
certeza mediante la pura intelección de la razón.
El Empirismo.
La
otra dirección fue la dirección del empirismo clásico: el empirismo puso el
acento en la observación de los fenómenos, en el valor de la percepción y en la
primacía de los hechos empíricos. La versión empirista del modelo de la
revelación depositaba toda la confianza en el método inductivo cuyo punto de
partida es la observación y la medición exacta de los fenómenos. Por otra parte,
la confianza en la percepción se presentaba como un medio fiable para el acceso
inmediato a la realidad y a la certeza.
En
resumen, tanto la premodernidad como los comienzos de la modernidad sentaron
las bases del conocimiento en dos pilares: 1) la búsqueda de un fundamento
seguro e incuestionable que sirva como punto de partida para el acceso a la
verdad y 2) la construcción del modelo de revelación que adquirió en cada etapa
un perfil fundamentador diferente: el teológico y el racional.
Los límites de la búsqueda de fundamentación
La
búsqueda de una fundamentación segura e indubitable para el acceso al
conocimiento trajo aparejados los siguientes problemas:
1)
en primer lugar debe haber dos tipos de conocimientos: unos conocimientos son
fundamentados por otros conocimientos que son fundamentadores;
2) en segundo lugar, si se pide para todo una fundamentación, entonces debe
pedirse también una fundamentación para los conocimientos que juegan el papel
de fundamentadores.
Ahora
bien, ¿cómo es posible fundamentar lo que justamente no admite fundamentación y
se propone como punto de partida de todo conocimiento ulterior? Este problema
ofrece tres alternativas de solución diferentes:
a) Un regreso al infinito
Consiste
en remontarse hacia atrás en la búsqueda de un fundamento que sirva para
fundamentar cualquier conocimiento. Esta solución es impracticable porque nunca
nos permite acceder a un último fundamento seguro.
b) Un círculo lógico en la deducción.
En
el procedimiento de fundamentación se recurre a enunciados que ya se habían
mostrado como enunciados que requieren fundamentación y se los utiliza como
punto de partida para deducir otros conocimientos. El problema es que los
enunciados que ahora fundamentan también debieron ser fundamentados.
c) Una interrupción del procedimiento.
En
un punto determinado, mediante una decisión arbitraria, se detiene la búsqueda
del fundamento último.
La
primera alternativa no parece una buena solución al problema de la búsqueda de
fundamentos porque es impracticable. La segunda es una variante de la tercera
que, en definitiva, es la única que puede ponerse en práctica. Podríamos decir
que, en cualquier caso, la búsqueda de fundamentación se detiene siempre
mediante una decisión arbitraria de quien debe fundamentar sus conocimientos.
En definitiva, si se quiere una última seguridad, la única posibilidad es la de
obtenerla mediante la toma de una decisión. Aquí el conocimiento cede su lugar
a la acción.
La razón crítica
Dentro
del ámbito de la modernidad se realizaron intentos para desalojar del centro de
la escena los criterios fundamentadores y dogmáticos del conocimiento. Los
filósofos de la razón crítica con Popper como uno de sus últimos exponentes han
puesto en evidencia dos cuestiones que debilitaban todos los procedimientos
(tanto teológicos como intelectualistas o empiristas) de la búsqueda de
fundamentación.
En
primer lugar, como ya se dijo, una de estas cuestiones es que la búsqueda de un
conocimiento último que oficie de fundamento es siempre el producto de una
decisión arbitraria que detiene la búsqueda en el punto que más conviene para
sostener los conocimientos.
En segundo lugar, los filósofos que cuestionaban la búsqueda de fundamentos a
cualquier precio observaron que en esta búsqueda había más una tendencia a
encontrar certezas que a encontrar la verdad. Y agregaron que allí donde se instalan dogmas triunfa la certeza y se obstaculiza el camino para lograr el conocimiento de la realidad.
encontrar certezas que a encontrar la verdad. Y agregaron que allí donde se instalan dogmas triunfa la certeza y se obstaculiza el camino para lograr el conocimiento de la realidad.
¿Qué
propusieron estos filósofos a cambio de la búsqueda de fundamentaciones?
En
primer lugar, abandonar la búsqueda de un fundamento seguro que nos provea de
certezas en el conocimiento.
En segundo lugar, sustituir los fundamentos por los dogmas; por el planteo de hipótesis y el sometimiento o examen de toda hipótesis.
En segundo lugar, sustituir los fundamentos por los dogmas; por el planteo de hipótesis y el sometimiento o examen de toda hipótesis.
En
tercer lugar, dejar de lado la voluntad de certezas, sustituyéndola por
la exigencia de falibilidad, es decir
aceptar la posibilidad que las hipótesis sometidas a examen puedan estar
equivocadas, deban ser reemplazadas por otras hipótesis y, por lo tanto,
admitir que en el camino de la búsqueda de la verdad puedan instalarse el error
y la rectificación como un paso previo y necesario.
En
cuarto lugar, el racionalismo crítico tiende al conocimiento del mundo real e
invita a elaborar teorías que posean la mayor fuerza de explicación y que, al
mismo tiempo, se superen unas a otras en el acercamiento a la verdad acerca de
la realidad, aunque nunca alcancen la certeza. El peligro de elaborar una sola
teoría radica en que los hechos se utilizan para ilustrar y apoyar lo que la
teoría dice y no para procurar poner en práctica el falibilismo que la razón
crítica propone.
En
síntesis, la propuesta de la razón crítica busca superar la pasividad que
domina en la interpretación de la teoría clásica del conocimiento. En lugar de
los fundamentos, los dogmas y las certezas, esta línea de pensamiento presenta
el proceso de conocimiento como una actividad humana se articula teorías
expuestas en construcciones simbólicas, con experimentos del pensamiento y de
la realidad. El conocimiento pasa a ser, entonces, un ida y vuelta entre la
razón y la experimentación; se mueve entre la construcción y la crítica. El
conocimiento es, en definitiva, una parte, un factor constituyente de la naturaleza
humana.
Conocimiento sin fundamentos
Todas
las versiones recogidas en la historia de la filosofía hasta el siglo XIX,
admiten implícita o explícitamente que el conocimiento está inscrito en la
naturaleza del ser humano. Aun cuando algún filósofo acentúe la importancia de
los fundamentos, otro ponga el acento en la hegemonía de la razón, o bien algún
otro cargue las tintas en el papel que cumple la experiencia en el proceso de
conocimiento, ninguno parece poner en duda la pertenencia del conocimiento a la
naturaleza humana. Es como decir que conocer es parte de la esencia del ser
humano.
A
partir del siglo XIX se producen nuevas formas de interpretar la realidad y con
ella al sujeto de la historia. Tales formas de pensar el problema permiten
volver a plantear cuestiones como estas: ¿Por qué conoce el ser humano? ¿Cuál
es el fundamento de eso que llamamos conocimiento? A partir de ese momento, la
respuesta a esta pregunta no se redujo a interpretar la existencia del ser
humano como precedida de una esencia en la cual estaban inscritas todas sus
dotes genéricas, entre ellas la facultad de conocer.
El evolucionismo biológico, la importancia asignada al estudio de la historia,
y la comprensión antropológica del hombre como inserto en prácticas socio-culturales
constantes, permitieron elaborar respuestas que contemplaron perspectivas más
amplias sobre estas cuestiones, si bien luego esa amplitud inicial se tradujo
en nuevos reduccionismos. Aspectos biológicos, históricos o sociológicos
sirvieron para intentar nuevos modos de interpretación.
Desde
estas perspectivas el ser humano no traía consigo la facultad de conocer, sino
que esta actividad era el resultado de luchas y conflictos de distinto orden:
conflictos biológicos a nivel de los instintos y, posteriormente, conflictos
políticos a nivel socio histórico, donde aparecen disparidades o asimetrías en
las relaciones de fuerza. El resultado de estas luchas, la resolución de esos
conflictos generó en el hombre esa necesidad de establecer relaciones con objetos
externos a él como una forma de imponer y de imponerse normas, reglas, leyes.
Las consecuencias de estas maneras de interpretar la condición humana son tan
polémicas como interesantes.
Conocer y saber
En
base a esos antecedentes, Michel Foucault (inspirado en Nietzche y en
Heidegger) propone una modificación sustancial en la interpretación tradicional
del conocimiento. En lugar de hablar de “teorías del conocimiento”, él prefirió
elaborar una Arqueología
del saber.
¿En
qué consiste esta Arqueología? En principio hay que decir que no es una teoría
del conocimiento. La Arqueología no se ocupa o no trata de conocer qué son “las
cosas en sí”. Ahora podemos preguntarnos: ¿con qué instrumentos se lleva a cabo
esta crítica del conocimiento? Y además ¿sobre qué dominios del conocimiento
recae?
Muy
esquemáticamente diremos que la Arqueología se sirve de un instrumento y que
con él reestructura tres nociones fundamentales de la teoría del conocimiento
tradicional. El instrumento es el análisis de los discursos, y los conceptos o
aspectos sobre los cuales recae ese análisis son: el conocimiento, el saber y la verdad.
a) El discurso:
Dijimos
que la Arqueología no se ocupa de las cosas en sí. Agregamos ahora que aquello
que le interesa a esta crítica llega hasta la cosa tal como se manifiesta, y en
el acto de ser dicha; esto es, llega hasta el discurso. Entonces su objeto es
el discurso que, sin ser una “cosa”, es “algo”. Podríamos decir de él que es un
“material incorpóreo”, una relación entre enunciados. Pero ¿cómo lo
reconocemos?, ¿cómo damos con él?
Al
discurso se lo reconoce por sus efectos. Estos efectos son materialidades de significación (el discurso es cualquier
cosa material - provista de significado), de exclusión (con lo
dicho siempre queda fuera lo que dejo de decir) y de dominación (con los
discursos se imponen criterios y se establecen relaciones asimétricas en
distintos órdenes).
Con
el análisis del discurso se busca que la cosa se explicite a sí misma: que se
diga. El discurso muestra que no se habla como se ve. Por eso, la Arqueología
se detiene en la superficie de lo dicho, porque es lo único que cuenta. Más
allá del discurso no hay nada. Y en esta constatación radica justamente la
eficacia del discurso: si más allá de lo dicho no hay nada que encontrar,
entonces, quien elabora el discurso dominante organiza una aprehensión de ¡o inteligible, organiza
una manera de entender lo que pasa.
b) El saber:
El
tema central de la arqueología es el saber. Es a esa instancia a la que se
busca acceder con el análisis del discurso. Podemos definir el saber, tal como
se entiende en este contexto, como un complejo
de elementos discursivos (enunciados, relaciones entre
enunciados) y no discursivos (prácticas institucionales, sociales e
ideológicas). Explicaremos esto un poco más.
El
saber no es lo mismo que “lo que se conoce”. Entendido como un complejo de
elementos discursivos, el saber es generador de una práctica ejercitada al
nivel de los discursos. Las conceptualizaciones elaboradas a ese nivel son
“activas”. Esto significa que desde la producción del discurso se elabora una
manera de entender el mundo y las cosas. Y como las prácticas discursivas son
dinámicas e históricas, el saber es la forma en que se entiende el mundo en
cada momento histórico; es una construcción histórica generada a partir de los
discursos. En definitiva, desde esa práctica se reorganiza la experiencia.
Esa reorganización de la experiencia es
aquello que se conoce, o que puede conocerse (recordemos que uno de los efectos
de los discursos es la exclusión, y si hablamos de lo que puede conocerse,
queda implícito aquello a lo cual no se puede acceder). Por lo tanto, en esta
interpretación el conocimiento está subordinado al saber. Pero ¿qué debemos
entender aquí por conocimiento?
c) El conocimiento:
Desde
la Arqueología, el conocimiento es un tipo de violencia ejercida sobre las
cosas. ¿Por qué es un tipo de violencia? Porque la práctica discursiva, como la
hemos visto hasta aquí, “fuerza” a las cosas a ser del modo que el discurso
dominante las organiza. El efecto de esto es sorprendente, porque entre el
discurso que produce conocimiento y su objeto real no existe identidad ni
semejanza. Esto tiene algunas derivaciones significativas. En primer lugar,
esta postura rechaza la idea del conocimiento como representación o como reproducción
del objeto en el sujeto. Lo dicho no representa ni reproduce ningún contenido
externo; no establece ninguna correspondencia necesaria entre el discurso y lo
aludido en él. En este sentido el conocimiento no tiene ningún referente en la
realidad exterior. Por eso decíamos que el conocimiento está subordinado al
saber. Conocer es producir las condiciones para comprender
las cosas. De aquí se deriva la segunda cuestión: Si el
correlato de un enunciado no es ninguna cosa exterior (ningún referente), lo
único que genera el discurso es un conjunto de reglas que posibilitan la
aparición de lo cognoscible. En otras palabras, el correlato del discurso son
las reglas que él mismo produce, para que se pueda “entender” lo que ocurre.
Tercera cuestión: si el conocimiento es una producción, nada que se conozca
puede ser estable o eterno. No hay contenidos de conocimientos fijos o
inmóviles. Conocer será, entonces, dejar que la cosa “se diga”, se explicite a
sí misma, según el saber histórico.
En
síntesis, el conocimiento es un
sistema práctico e
ideológico de apropiación de conceptos y enunciados dentro de un saber.
d) La verdad:
Tal
vez el concepto de verdad sea uno de los más celosamente
custodiados
por la teoría del conocimiento tradicional. Sin embargo, aquí queda modificado
sustancialmente su sentido. La verdad deja de ser la adecuación entre el
intelecto y el objeto. Y esto es así porque veíamos cuando hablábamos del
conocimiento que no hay reglas de comprensión expuestas por el discurso. Por lo
tanto, la verdad será una construcción, un objeto, que incluye una práctica social y el ejercicio del
poder.
En
síntesis, el programa de la Arqueología
del Saber de Michel Foucault pretende ser una actividad
orientada a exhibir la eficacia del discurso dentro del conjunto de prácticas
sociales realizadas en el eje “discurso-saber- poder”.
De
esta forma, ese programa se traduce en una crítica de conceptos y posiciones
gnoseológicas tradicionales, tales como conocimiento y verdad. El conocimiento
queda subordinado al saber, es un producto
de la actividad discursiva y se constituye en un sistema de apropiación del mundo cuya táctica está orientada a permitir un determinado dominio social a través de la construcción de la verdad.
de la actividad discursiva y se constituye en un sistema de apropiación del mundo cuya táctica está orientada a permitir un determinado dominio social a través de la construcción de la verdad.
Conocimiento contingente y pragmático
Todas las posiciones clásicas acerca del conocimiento, incluida la posición que sostiene la razón crítica, aceptan, explícita o implícitamente, que la mente funciona como un espejo en el que la realidad puede reflejarse fielmente utilizando determinados procedimientos (los procedimientos del intelectualismo, los procedimientos del empirismo o los procedimientos del criticismo).
Todas
estas líneas de pensamiento se basan en dos suposiciones: por un lado, aceptan
implícitamente que las personas son portadoras de una mente capaz de reflejar
fielmente cualquier cosa externa o interna con la que mantienen algún vínculo
perceptivo. Por otro lado, suponen que hay un mundo real independiente del
sujeto que conoce y que ese mundo real es
cognoscitivamente accesible y agotable. Pero, como dice Richard Rorty, ni la mente es un espejo en el que la naturaleza puede ser reflejada, ni esta naturaleza es una entidad que se aprehende “tal cual es”.
cognoscitivamente accesible y agotable. Pero, como dice Richard Rorty, ni la mente es un espejo en el que la naturaleza puede ser reflejada, ni esta naturaleza es una entidad que se aprehende “tal cual es”.
¿Cómo
es el conocimiento desde la perspectiva relativista y pragmática que se ha desarrollado
en la última parte de este siglo, sobre todo en el ambiente filosófico
norteamericano?
En
primer lugar, el conocimiento es siempre inferencial. Un conocimiento
inferencial es un conocimiento en el que siempre hay que argumentar y elaborar
razones para demostrar que las cosas son como se dice que son. Lo que conocemos
no inferencialmente (sin elaborar procesos argumentativos o dar razones), es
todo aquello sobre lo cual no necesitamos hacernos preguntas porque nos resulta
previsible.
Lo
que “ya conocemos” no lo cuestionamos porque forma parte de nuestro bagaje de
saberes socialmente asentados y aceptados. Esto quiere decir que lo que en un
momento fue necesario explicar mediante argumentos como cualquier otro
conocimiento, hoy resulta “aceptable a simple vista” y eso nos hace suponer que
lo conocemos porque estamos directamente enfrente del fenómeno. Entendemos de
qué se trata porque en nuestro medio social, todos entienden más o menos lo
mismo cuando están frente al mismo fenómeno.
Esto
significa que el
conocimiento es, por
un lado, un producto cultural generado en el intercambio conversacional e
intersubjetivo de los miembros que participan de esa cultura y, por otro lado,
el conocimiento es justificable con razones.
Desde
este modo de ver las cosas, el conocimiento sería una cuestión de acuerdos
entre los miembros de una comunidad, acerca de hechos o estados de cosas,
logrados mediante la elaboración y exposición de razones.
Siguiendo
con esta misma línea de razonamiento, el conocimiento científico es el
resultado de acuerdos logrados dentro de una comunidad de especialistas acerca
de un determinado asunto. Sobre ese asunto, esos especialistas están en
condiciones de elaborar argumentos y dar razones. Las razones que se dan
respecto del estado del mundo y de las cosas son expuestas y confrontadas
socialmente y todo lo que se puede hacer es creer más en unas que en otras según sean más
o menos convincentes.
Esto
significa que el conocimiento no es el resultado de un esfuerzo metodológico
determinado (o no es solamente eso), ni tampoco una cuestión de estar “en contactodirecto”
con aquello que hay que conocer. El conocimiento es más bien una cuestión de
acuerdo e intercambio social acerca de respuestas que resultan unas más
satisfactorias que otras, ante la emergencia de determinados interrogantes o
problemas.
Pero
entonces, cualquiera puede objetar:
Bueno, pero si el conocimiento es solamente acuerdo entre los miembros de una determinada comunidad, quiere decir que no hay certeza ni objetividad posibles. En efecto, como ya hemos dicho, la ciencia misma puede ser entendida como un acuerdo (un acuerdo más o menos eficaz), que, a los efectos de entender “la realidad” en algunos de sus aspectos, ha dado buenos resultados.
Bueno, pero si el conocimiento es solamente acuerdo entre los miembros de una determinada comunidad, quiere decir que no hay certeza ni objetividad posibles. En efecto, como ya hemos dicho, la ciencia misma puede ser entendida como un acuerdo (un acuerdo más o menos eficaz), que, a los efectos de entender “la realidad” en algunos de sus aspectos, ha dado buenos resultados.
En
suma, el conocimiento es más una cuestión de práctica social que de fundamentos
epistemológicos. No hay certeza (ni necesidad de buscarla) en el conocimiento.
Sólo es posible lograr acuerdos globales sobre el modo de ser de los hechos o
estados del mundo.
Por
todas estas razones, los filósofos que se enrolan detrás de esta propuesta
filosófica sostienen que:
1. Parece más
propicio hablar de creencias que de conocimientos. Una creencia es un estado
del sujeto que debe justificarse por razones y eso es todo lo más que se puede
hacer acerca de nuestra relación con las representaciones del mundo y de los
fenómenos en general.
2. Las personas
acceden a creencias socialmente provisionales y mudables. Respecto de “la
realidad” creemos en la forma como es “conversada”
intersubjetivamente, dentro de un determinado ámbito (la ciencia, por ejemplo), en un período histórico determinado.
intersubjetivamente, dentro de un determinado ámbito (la ciencia, por ejemplo), en un período histórico determinado.
3. Las
creencias no son ni verdaderas ni falsas en el sentido de correspondientes con
una realidad externa o interna al sujeto, sino que son más o menos aceptables
en virtud del acuerdo global social que hay sobre ellas y de la eficacia que
muestran a la hora de resolver problemas.
Desde
esta perspectiva, eso que llamamos conocimiento es, antes que una pretensión de
verdad omniabarcativa y omnicomprensiva, una representación contingente y comunicable que
nos invita a adoptar una actitud más humilde y provisional: la de pensar que
estamos instalados en diversos mundos de creencias (y la ciencia es sólo uno de
esos mundos) más o menos estables, y no en un solo mundo de conocimiento
definitivo y acabado.
Actividades
1)
¿Por qué Foucault dice que hay dos historias de a verdad?
2) ¿A qué le llama ‘historia interna’ y a qué historia externa de la verdad?
3) Identifica cuáles son esos sitios de la sociedad en los que
a) se definen un cierto número de reglas de juego;
b) nacen ciertas formas de subjetividad;
c) se elaboran tipos de saber;
d) se estructuran ”dominios de objeto”.
2) ¿A qué le llama ‘historia interna’ y a qué historia externa de la verdad?
3) Identifica cuáles son esos sitios de la sociedad en los que
a) se definen un cierto número de reglas de juego;
b) nacen ciertas formas de subjetividad;
c) se elaboran tipos de saber;
d) se estructuran ”dominios de objeto”.
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